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CRITICA
Por: PACO CASADO
Durante la década de 1700 acaudillados por el Capitán Vallo, famoso corsario del siglo XVIII, conocido como El pirata rojo, los bucaneros se apoderan de un galeón británico cargado de armas en el que viaja el nuevo gobernador de la isla de Cobra, el barón José Gruda, que va a combatir a los rebeldes de El libre.
Tras desembarcar en la isla, Vallo entra en contacto con amigos suyos y con su propia hija, Consuelo.
En ésta se centra pronto la difícil aventura colectiva contra el Gobernador, que se ha enamorado de ella.
Para negociar el botín de su último asalto, El pirata rojo entra en contacto con unos rebeldes que luchan contra el gobierno de Su Majestad.
Aunque su colaboración con éstos está motivada por intereses económicos, acabará uniéndose a ellos para derrotar al tirano y a sus ejércitos.
La victoria será el feliz resultado de la perfecta coordinación de piratas y pescadores.
Ya advierte al espectador al inicio el propio protagonista, que no se crea todo lo que va a ver a continuación, advertencia ociosa, ya que en esta comedia interviene, como principal elemento de hilaridad, el anacronismo.
Pretende pues la película la diversión mediante la carcajada y lo consigue a base de una sátira bastante aguda, no sólo del ambiente, costumbres y luchas de los piratas, sino también de las novelas que de ello se ocupan.
Para lograrlo se recurre a todos los trucos posibles para hacer reír a la manera yanqui, sin la finura y el gracejo típico del humor europeo.
El film carece de grandes ambiciones, pero está correctamente realizado y cuenta además con el mérito de una gran interpretación de Burt Lancaster, que nos recuerda al Douglas Fairbanks jr. de Simbad el marino (1947) y al Fanfán la Tulipe de Gérard Philippe de Fanfán el invencible (1952).
Abundan los ejercicios acrobáticos y los movimientos de masas que por lo general están ejecutados con mucha ironía.
Es estupenda la música de William Alvyn que está muy compenetrada con el espíritu de la cinta y es muy agradable la fotografía en technicolor de Otto Heller.
La película El pirata negro (1926), que interpretaba Douglas Fairbanks, ya descubrió las posibilidades de la mezcla explosiva que podía suponer unir el género de aventuras de piratas en el mar con la comicidad caricaturesca o la sátira, a la que se une también en ese caso la exhibición circense, que llevaba muy bien a cabo Douglas Fairbanks y que aquí le remeda perfectamente un atlético Burt Lancaster.
En cambio Eva Bartok carece de personalidad y su floja actuación contrasta con el buen trabajo de los demás.
Los hermanos Marx, Harold Lloyd o Bob Hope, son precedentes ilustres en el campo de la comicidad de Burt Lancaster en 'El temible burlón' (1952).
El reputado director alemán Robert Siodmak realizó este film en su etapa norteamericana donde ya había dirigido títulos tan emblemáticos como La escalera de caracol (1946) o El abrazo de la muerte (1948).
Estas son referencias que de una manera o de otra vienen a definir perfectamente lo que es esta divertida y más que correcta cinta muy apropiada para pasar un buen rato.
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