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CRITICA
Por: PACO CASADO
Alfonso Paso no podía dejar de tocar un tema como éste de un cura viejo que se enfrenta a los nuevos problemas provocados en la época de los años 60, a la que tiene que habituarse, ya que muchas de esas dificultades le son nuevas y otras son las mismas de siempre pero planteadas de acuerdo con los nuevos tiempos.
Un cura rural, hombre infeliz y bonachón, lucha con sus feligreses para inculcarles una reacción favorable sobre ciertos aspectos sociales, morales y religiosos, que acaban comprendiendo y acatando en favor de todos.
El padre Juan, a su regreso del Concilio Ecuménico de Roma, encuentra a sus feligreses alborotados debido al embarazo de Soledad Domínguez, una madre soltera a la que pretenden expulsar del pueblo porque se niega a decir el nombre de quién es el padre.
Su padre la echó de su casa y ahora los vecinos intentas echarla del pueblo.
Aunque el padre Juan pide tolerancia y comprensión, tratando de que comprendan el problema, las fuerzas del pueblo, comandadas por el alcalde y su esposa, consiguen hacerle el vacío.
Pero los buenos oficios de San Antonio mediarán en la disputa, se descubrirá quién es el padre, que se casará con la joven, volviendo todo a la normalidad.
Tragicomedia aperturista para la época coproducida por España y Argentina, aunque con amplia participación de este último país, empezando por el propio director, Enrique Carreras, uno de los realizadores más prolíficos del cine argelino.
La película en sí no tiene profundidad, ya que tampoco la tenía la obra teatral en la que se basa, aunque logró ser centenaria en representaciones en los escenarios de la capital de España. Esto motivó a los productores, tanto españoles como argentinos, a llevarla a la pantalla.
La obra teatral de Alfonso Paso, es un suave melodrama de intención satírica, poco cambia en su adaptación al cine, conservando reminiscencias de su origen escénico, que divierte a un espectador popular, a la que no se le puede negar que tiene chispazos de humor y alguna reacción humana en la caricaturesca situación que plantea.
Es una historia de siempre que se actualizó encajándola en unas circunstancias muy particulares y que provocan los problema que origina.
El film no pasa de discreto, tanto en la puesta en escena como en el argumento, ya que ninguno de los dos están suficientemente bien cuidados como para que sean dignos de ser destacados.
El haber trasladado la acción a Argentina no afecta para nada al desarrollo de la acción.
Los intérpretes están pasables, aciertan más porque dan el físico que por una buena interpretación.
La parte española está representada por el protagonista masculino, el cómico Antonio Garisa, muy querido por el público, que se repite constantemente y no está en su mejor papel.
Se aprovecha la belleza y el encanto de Evangelina Salazar que hace de víctima propiciatoria y Alfredo Mayo se creció desde que hizo 'La caza' (1965), de Carlos Saura.
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