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CRITICA
Por: PACO CASADO
Jaime de Armiñán, guionista por excelencia que pasó a dirigir sus propios guiones, es ésta la primera vez que el director madrileño lleva a la pantalla una obra que no sea original suya.
Se ha basado en la novela de Eduardo Mendicutti, para lo que el autor le dio total libertad, resultando su adaptación, según el decir de los que la han leído, más lírica que la novela.
Desde que la leyó pronto se identificó con los personajes y el ambiente de la Sanlucar gaditana de los años 50 a donde va a reposar de su larga enfermedad Felipe, un niño de diez años, a la casona de sus abuelos, situada en un barrio alto de la población gaditana por donde pulula una amplia y variopinta galería de personajes, entre los familiares propios y los amigos de los mismos, durante los tres meses del verano.
Allí viven y visitan la casa los parientes y otras personas, unos desconcertantes, otras realmente fascinantes que, poco a poco, irán perturbando su aparente tranquilidad con sus extrañas rarezas.
A través de su relación con cada uno de ellos en cada momento, especialmente con Mari, la criada, el niño va a descubrir el mundo de los adultos y su incipiente sexualidad.
El chico sirve de hilo conductor a Armiñán para presentarnos a todos y cada uno de los personajes, desde la enferma bisabuela postrada en cama, al excéntrico tío Ricardo, a la libertina tía Victoria o a la alocada Mari, con sus cuatro novios.
Así se nos cuenta la recurrente historia de este adolescente que despierta a la vida en general y al sexo en particular, ambientada en 1958, en la Andalucía de la posguerra.
A pesar de desarrollarse casi toda la película en ese cerrado mundo, con unas ligeras salidas al exterior, Armiñán da muy bien el ambiente, caracteriza perfectamente a los muchos y variados tipos, que se pueden identificar a primera vista, así como las diversas escalas sociales e ideologías políticas.
Para ello a veces se basa en el lenguaje, como por ejemplo el que emplea Mari, la criada, riquísimo en modismos andaluces, que tal vez no hayan sido comprendidos en otros lugares de nuestra geografía, como por ejemplo en el Festival de cine de San Sebastián donde el film se presentó a concurso.
Tal vez mereciera algún premio la extraordinaria labor de María Barranco, en el que posiblemente sea el más extenso y mejor papel de su carrera hasta hoy.
No le van a la zaga la siempre exacta Carmen Maura y el eficaz Paco Rabal, componiendo el excéntrico tipo del tío Ricardo.
Bien encajados los secundarios andaluces que, aunque no figuren en la ficha por falta de espacio, no nos han pasado para nada desapercibidos.
Una divertida e interesante cinta coral, muy en la personal línea del cine de Jaime de Armiñán, en la que algunos han querido ver una reunión de las distintas Españas.
El guion fue nominado al Goya.
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