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CRITICA
Por: PACO CASADO
Peggy Dahl es una joven que desde que era muy pequeña ya soñaba con ir a la universidad para luego ganar dinero y dejar atrás, más pronto que tarde, su arratrada vida en una de las zonas más pobre de la ciudad de Buffalo, Nueva York.
Inteligente y mordaz, cuando por fin llega la aceptación de la universidad a la que quiere ir, se da cuenta de que le será imposible poder estudiar allí porque no puede permitirse el coste de sus estudios al no tener dinero para poder pagar el precio de la elevada matrícula.
Es entonces cuando decide comenzar a buscar vías de financiación, el problema es que no todas son legales, como por ejemplo falsificar entradas para un evento deportivo, entre otros procedimientos, lo que les llevarán a pasar durante una temporada de tres años en prisión.
Al salir conocerá a Wizz un recolector de deudas, todo un estafador local, que cambiará su vida para siempre.
Cuando entra en contacto con él, éste se da cuenta de que es una chica lista, rápidamente la contrata para trabajar para él y durante un tiempo le sacará un buen provecho.
Wizz no sabe que se le va a plantear un problema de inmediato ya que en cuento Peg aprenda todos los trucos del negocio, se va a marchar y muy pronto la va a tener como su mayor competidor, ya que hará lo que sea para poder escapar de Buffalo.
El guion supone el debut como tal del actor Brian Sacca, que no tiene un argumento original, pero sí diríamos que no está muy trillado para ser una comedia, a la que se le saca un cierto partido, aunque resulta un poco confuso cuando se trata de economía.
La directora Tanya Wexler, en este su cuarto largometraje, mantiene el ritmo pero a veces parece duda en decidirse por un género determinado, si tomárselo en serio, aspecto que plantea la problemática de la madre de Peg que peinando cabezas en casa no llega a final de mes y está llena de deudas y a su hermano tampoco le va bien su bar, o en broma, dada la superficialidad con que trata el resto de esta historia.
La cuestión está en que se hace un tanto reiterativa a partir de la mitad y pierde algo de interés.
Cuenta a su favor con la presencia en la interpretación con la joven actriz Zoey Deutch, una chica que tiene encanto para la comedia, que es la que sostiene la película sobre sus hombros, que se hace agradable al espectador, en su camino manipulador en el que persevera para conseguir su objetivo propuesto.
De tanto en tanto se dirige al público rompiendo la cuarta pared para explicarle sus manipulaciones financieras.
Como tal comedia nunca se puede tomar muy en serio como ocurre con la escena en la que el juez que la juzga aprovecha el juicio para comer, constituyendo su menú alitas de pollo, que es uno de los platos populares de la ciudad, suscitando la polémica entre dos marcas de esta clase de comida.
Por otra parte hay una cierta crítica a la economía norteamericana, aspecto en el que no se profundiza, como igual ocurre con el tema financiero de las deudas, dado que se trata de una comedia.
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