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CRITICA
Por: PACO CASADO
La especialidad de submarinos, dentro del género bélico, posee una particularidad y un encanto especial para los espectadores.
Encierra una rara belleza esa máquina que desciende y emerge a los dictados del hombre, como un inocente animal dócil a las órdenes de los seres humanos que la manejan.
En el fondo todas estas películas se concentran en mostrarnos, con una precisión absoluta y un rigor casi infantil, cómo suben y bajan estos monstruos de las profundidades y así la legión de films que nos enseñan estas operaciones de inmersión y salida a la superficie, las escenas en las que la cámara se deleita con los indicadores de niveles de profundidad, periscopios, torpedos etc. son las que le ponen emoción.
'Infierno bajo las aguas' (1959) no es una cinta nueva dentro de este género, cuya acción transcurre en 1942 en alguna parte del Pacífico Sur.
En ella se cuenta la historia del teniente Braden y Sally Jonson, la mujer a la que acaba de conocer en San Diego y de la que se ha enamorado.
Posteriormente se entera de que su encuentro no fue casual, ya que ella ha revisado sus calificaciones para hacer de hombre rana de la Marina de los Estados Unidos y dar conocimiento de si está en condiciones para embarcarse en Pearl Harbor y llevar a cabo una peligrosa misión.
Debido a ello ha de dejar atrás su vida personal al ser asignado para que el submarino Barracuda, mandado por el capitán Stevenson, lo lleve para desembarcar de incógnito a una isla en poder de los japoneses donde tienen establecida una estación telegráfica para fotografiar los códigos secretos.
Las pretensiones del guionista Richard Landau, que se basa en el argumento creado por Ross White, en su novela ambientada durante la Segunda Guerra Mundial, desea mostrarnos la problemática de un capitán demasiado apegado a los reglamentos y las reacciones de los tripulantes, se van desvaneciendo poco a poco durante la narración, precisamente en el momento en que hacen su aparición los ataques de los aviones, las cargas de profundidad y los torpedos que dan en el blanco.
Gordon Douglas, al que quieren descubrir a estas alturas algunos intelectuales de la crítica, dirige con buen oficio y fluidez, cosa que se agradece, ya que da amenidad a la historia y hace que ésta no canse, salvo en el último cuarto de hora en el que la sencillez de la aventura y el convencimiento de que todo se va a resolver con arreglo al obligado final feliz, no consigue que nos sintamos preocupados.
Una película bastante ingenua, dentro del manido género de las hazañas bélicas, apropiada para un público que no es exigente.
Lo mejor de todo, indudablemente, son las escenas de batalla y las de tipo documental alrededor del submarino así como la agilidad con la que el director lleva el relato.
Poco, desde luego, pero es algo.
La elementalidad de la historia no puede hacernos pensar, ni mucho menos pretende conseguir un mayor interés.
El film posee una correcta fotografía de Carl E. Guthrie con un bonito colorido y un empleo de la pantalla ancha bastante aceptable, con una interpretación a tono con el nivel pretendido.
Tiene dos cortes de censura claramente apreciables con los que el espectáculo de muertes y asesinatos bélicos masivos ha quedado excluido por parte de los censores con un buen criterio.
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