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CRITICA
Por: PACO CASADO
La idea original de este drama bélico que nos ocupa es francamente buena, en el que se contrapone la belleza de la música a la crueldad de la guerra.
En diciembre de 1944, Lionel Evans es el director de una orquesta que está encargada de entretener a las tropas aliadas durante la Segunda Guerra Mundial.
Pero un día el pueblo belga en el que se alojan es ocupado de repente por el ejército germano
En principio los alemanes quieren ejecutar a todos los componentes de la misma como prisioneros de guerra.
Entonces, Lionel intentará convencer al oficial de las tropas nazis para que les perdonen la vida y a cambio la orquesta, cuyos integrantes son todos civiles no combatientes, dé un concierto en presencia de los altos cargos del ejército alemán.
Llevado en presencia del general Schiller, que es un amante de la buena música, duda si cumplir la orden dada desde Berlín.
De hecho la música supone uno de los puntos fuertes de esta producción con fragmentos de los autores citados en la ficha técnica interpretados por la Orquesta Filarmónica de Los Angeles.
Supone el enfrentamiento de dos fuertes personalidades, dos ideas morales, dos forma de ver la vida totalmente distintas.
Sobre el papel podía resultar una película excelente.
Pero el guion comienza a fallar con la inclusión de una serie de elementos extraños a la idea núcleo, introduciendo otros ingredientes en un afán equivocado por dar más espectacularidad al film.
El director Ralph Nelson, que procede del mundo del teatro, intenta darle unidad, tratando de compaginar los elementos que tiene a su disposición bajo el signo de la humanidad y del estudio de los caracteres.
Pero se enfrenta, de nuevo, con la construcción del guion, sobre todo en lo que corresponde a la parte final en la que se vuelca ya definitivamente hacia un camino fácil de suspense y de aventura.
Sin embargo, la labor que realiza es bastante digna, con un estudio de los personales realmente profundo, si bien dejando un excesivo margen de ambigüedad en el aspecto ideológico.
Una vez más hemos de soportar esa visión deformante del nazismo presentando a sus integrantes como malos de tebeos o como genios que están perturbados por sus ideales y no como un fenómeno histórico perfectamente localizable en sus raíces y en sus causas.
La cinta cuenta con un endeble colorido y una banda sonora muy rica de Bronislau Kaper adornada con fragmentos clásicos de compositores como Schubert, Tchaikovsky, Beethoven, Bramhs o Wagner que en ella se incluyen.
En cuanto a la interpretación resulta convincente Charlton Heston, pero desigual en esta ocasión Maximilian Schell, aunque está mejor que otras veces.
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