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CRITICA
Por: PACO CASADO
No es que vayamos a decir que La vuelta al mundo en 80 días (1956) dirigida por Michael Anderson, fuese una obra maestra, pero indudablemente que no se puede comparar con ésta para nada.
Phileas Fogg, un excéntrico inventor británico, acaba de descubrir los secretos del vuelo aéreo, la electricidad y hasta los patines con ruedas, pero la sociedad victoriana lo toma por un auténtico demente.
Desesperado por esa consideración, reta a Lord Kelvin, cabeza visible de la Real Academia de Ciencia, uno de los miembros del club de Londres, mediante una increíble apuesta: afirma que será capaz de dar la vuelta al globo terráqueo en menos de 80 días y se embarca en un viaje lleno de peligros y aventuras en compañía de su ayuda de cámara chino y un aspirante a artista francés.
La diferencia entre ambas producciones son ciertamente notables.
Comenzamos porque la celebérrima novela de Julio Verne no es más que una sencilla excusa ya que de ella tan sólo se toma la apuesta de dar la vuelta al globo terrestre en 80 días, ya que las peripecias que les ocurren si contamos desde la del inicio del robo del Banco de Inglaterra de una estatuilla de un Buda de jade, es para dar entrada a un personaje oriental, que no es otro que Jackie Chan, para darle un atractivo al reparto.
Con el pretexto de salvar a su aldea, el chino usa al inventor (entre otras cosas de la luz eléctrica (¿?), los patines de ruedas, etc.) Phileas Fogg como vehículo para llegar hasta allí.
La princesa hindú es cambiada por una pintora, que es la chica del guardarropa de una galería de arte parisina, donde encontramos pintando a Van Gogh, entre otros artistas.
El relato da saltos de muchos días, lugares y ciudades que no aparecen, por lo que el guion resulta bastante diferente e incompleto y encaminado a mostrar las habilidades en las artes marciales y las coreografías de las peleas de Jackie Chan que encarna el papel de Passepartout.
Esta versión es el resultado de un cóctel que mezcla comedia, amor, aventuras y artes marciales a cargo de Jackie Chan, con espectaculares imágenes y mucha acción, lo que hace que no aburra.
Muy flojo y bastante payaso resulta Steve Coogan como Phileas Fogg, mientras que la simpatía de Cécile de France es agradable.
La brillante partitura de Trevor Jones no se puede comparar con la inspirada de Victor Young para la película anterior de igual título, ni tampoco de floja dirección de Frank Coraci, que fue filmada en diez países diferentes.
Como simple pasatiempo sirve para echar el rato, pero no pasa de ahí.
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