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CRITICA
Por: PACO CASADO
Basada en la novela titulada Day without end, escrita por Van Van Praag y con un estupendo guion de Philip Yordan, confeccionado en colaboración con Ben Maddow, Anthony Mann consiguió realizar una de las mejores producciones bélicas de la década de los años cincuenta que nos presenta escenas de un gran realismo.
La acción está situada en la guerra de Corea en el seis de septiembre de 1950.
Contar la historia de un soldado raso, es contar la historia de todas las guerras y aquí es la historia de una patrulla al mando del teniente Benson, un buen oficial, que están atrapados en un territorio detrás de las líneas enemigas, que de momento sólo luchan por la supervivencia del grupo, después de haber realizado una retirada, soportando una gran tensión entre los nervios, la angustia y la muerte.
En seguida se les une el sargento Montana, un buen luchador pero algo insolente, por lo que no se lleva muy bien con el teniente Benson, pero tendrán que colaborar juntos cuando reciben la orden de intentar conquistar la estratégica colina 465, de un punto estratégico, clave para el desarrollo de la guerra con los numerosos problemas y angustia que pasan los componentes del batallón.
El grupo está compuesto por diecisiete soldados norteamericanos, bajo el mando del teniente Benson, que se encuentra aislado en la extensa llanura coreana.
Los soldados deberán caminar 30 kms. para cumplir con esa misión desesperada, con un pesado equipo y con una gran dificultad.
Pese a su situación desesperada, no obstante reciben la orden de llevar a cabo la conquista de ese objetivo ciertamente vital: conquistar la colina 465, una posición que está fuertemente defendida por el enemigo.
Esta es la única incursión que ha realizado hasta ahora Anthony Mann en el género bélico y fue en esta competente película ambientada en la guerra de Corea y realizada en blanco y negro, en la que hizo todo lo posible para no salirse de las características propias de este género.
Se trata de una admirable película bélica, poco conocida por las nuevas generaciones, titulada pomposamente en España como 'La colina de los diablos de acero' (1957), mientras que en Francia se denominó Cota 465, y con el delirante título Brindis de sangre se exhibió en los países de Iberoamérica cuando su título original es Men in war (Hombres en guerra), que no se estrenó en nuestro país hasta 1962, cuando fue realizada tan solo cuatro años después de finalizada la contienda coreana, en la que Anthony Mann nos ofreció este insólito y soberbio film antibélico que es un título realmente imprescindible en este género.
Curiosamente uno de los mejores logros que tiene esta cinta es el inteligente empleo que se hace de la banda sonora que fue compuesta y dirigida por el extraordinario Elmer Bernstein, en la que nunca intenta competir con los sonidos de la batalla, aunque no logre aumentar la dimensión y el dramatismo que se ocasiona determinadas escenas.
Anthony Man nos depara este insólito y soberbio título antibélico.
Nominada la dirección por el Gremio de directores americanos.
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