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CRITICA
Por: PACO CASADO
La acción se desarrolla en el año 1906 en una pequeña localidad de Nueva Inglaterra, en donde la población está atemorizada, por la presencia de un maníaco asesino, que ya se ha cobrado varias víctimas, todas ellas mujeres marcadas por un defectos físico.
En la gran mansión de la señora Warren, trabaja como doncella Helen, una joven muda de una extraordinaria belleza, que puede ser la próxima víctima, por lo que la dueña intenta protegerla por todos los medios.
En un misterioso ambiente victoriano se suceden diversos asesinatos de mujeres, cometidos todos ellos en personas jóvenes aquejados de acusados defectos físicos.
Helen es una joven que se quedó muda debido a un fuerte shock al ver arder su casa.
La historia se centra en esta joven, que irá a raíz de ello a entrar en casa de la millonaria familia Warren como sirvienta.
La madre de los Warren, una mujer enérgica, se encuentra en cama aquejada de una fuerte enfermedad desde hace ya bastante tiempo.
Los dos hijos adultos de la Sra. Warren también viven en la mansión, el profesor Albert y el mujeriego Steven.
La dueña de la casa se preocupa por la seguridad de Helen debido al defecto físico que padece y los crímenes que se están sucediendo y le ruega a su médico, el Dr. Parry que se la lleve, por su propia seguridad.
Cuando en esta casa ocurre el tercer crimen de la serie, se hace claro y patente que Helen está en un verdadero peligro.
En esta mansión inglesa, rodeada de un gran parque, la anciana presiente el peligro a distancia, mientras un maniático de la perfección, cercano a Hitler, asesina a todas las mujeres que tienen defectos físicos.
Esta carrera desbocada del crimen tiene su acento: cuando el criminal encuentra a una de sus víctimas, cuyo defecto es la sordomudez.
A partir de la adaptación de una novela poco conocida de Ethel Lina White, Mel Dinelli construye el guion con el que el director alemán Robert Siodmak, con medios visuales auténticos, nos lleva incluso a una reconstrucción de las alucinaciones del maniático criminal: en un primerísimo plano de un ojo, veremos reflejarse la figura deforme de la víctima con el mismo efecto que un espejo curvo de feria; en otra ocasión, el asesino ve a su víctima muda en cuyo rostro se ha esfumado la boca, mientras ésta, bruscamente pone su mano sobre los labios...
El director aborda la historia con una aplicación y sentido de la estética admirable, con influencias del expresionismo alemán, con una planificación efectista, algo arriesgada para la época.
Robert Siodmak, en esta obra, uno de los grandes clásicos del cine de suspense de todos los tiempos, se nos revela como un director de un eficaz talento como lo seguiría demostrando posteriormente en 'Forajidos' (1946) un gran título del género específicamente negro.
La película cuenta además con magníficas interpretaciones de Dorothy McGuire y de Ethel Barrymore, esta última nominada al Oscar como mejor actriz de reparto por este trabajo.
Algunos años antes de la guerra, el cine norteamericano había lanzado una nueva fórmula, la cinta de época, situada entre 1830 y principios del siglo XX.
Este género se dio en llamar désuet y halló también su conjunción con la serie negra sobre los años 1944-45, de modo que el hechizo especial de los decorados antiguos venía a ser como una especie de coartada al film negro.
Como ejemplos precedentes de esta película podemos citar 'Luz que agoniza' (1944), de George Cukor y Jack el destripador (1944), de John Brahm.
Un año más tarde, finalmente tenemos que destacar 'La escalera de caracol' (1945) de Robert Siodmak.
En esta obra se explota con éxito una intriga de locura criminal en un decorado de época.
Terminadas las hostilidades, nada obstaculizaba ya el desencadenamiento del crimen en el decorado contemporáneo de las ciudades norteamericanas.
Nada se oponía a la expansión del cine negro y en los años siguientes habríamos de asistir a la más densa manifestación y proliferación de un estilo fílmico hasta ahora desconocido.
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