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CRITICA
Por: PACO CASADO
Esta es la historia de María y Richard Warrimer, un matrimonio que estaban locamente enamorados, por el que han transcurrido más de dos décadas y un día ella decide dejarlo a él, tras confesarle que ha tenido una gran cantidad de infidelidades con un gran número de amantes y que aún sigue viendo a uno de ellos, un tal Asdrubal Electorat, mientras que él nunca la engañó, según le dice.
Los remordimiento le obligan a dar el primer paso y esa misma noche ella cruza la calle y se va al hotel de enfrente donde toma la habitación 212 desde la cual puede ver perfectamente a su marido a través de las ventanas de su apartamento.
Ella ha decidido dejarlo todo atrás y comenzar una nueva vida y con el transcurso de las horas se pregunta si la decisión que ha tomado es la mejor.
La película tiene un prólogo, antes de esta ruptura en el que Asdrubal, uno de los amantes de María al que sigue viendo a pesar de estar casada, está con otra mujer mientras ella sale del ropero.
Tras ello se nos presenta la escena del rompimiento y a partir de ahí nada es real y todos os personajes deambulan a través de esos dos únicos escenarios, entre los que ella no cambia, siempre permanece como en el presente, mientras que los demás se presentan en distintas edades.
A María se le presenta en la habitación del hotel un Richard joven, que la tacha de egoísta, que en su juventud estudió piano con una profesora Irene Haffner, de la que estaba enamorado desde niño, que le dio clase durante 22 años y un día le dice que se casa con María y que no puede seguir así.
Era un niño rico, maleducado y ella le hizo un hombre y cuando se casó, Irene desaparece de su vida.
Irene joven también aparece en esta serie de encuentros y va a ver a Richard adulto en su apartamento con el que pretende hacer el amor y le echa en cara que no se casara con ella y tuvieran un hijo.
También aparece un hombre que dice ser es la Voluntad de María que le reprocha muchas cosas.
Todo el argumento es una especie de comedia romántica, fantasía teatral entre estos personajes a través de cuyos diálogos vamos sabiendo de las relaciones entre todos ellos, que no conduce a nada, de las que no se pueden sacar ninguna conclusión que interese mínimamente.
A veces vamos viendo las distintas relaciones entre las parejas jóvenes-viejas, saltando de una a otra sin una justificación precisa, que no hace más que embrollar el desarrollo de esta absurda historia que no tiene pies ni cabeza, a lo que contribuye una realización plúmbea que nada favorece a su desarrollo argumental, si es que ello existe.
Christophe Honoré nos presenta el retrato de este matrimonio a través de la reflexión que hace ella con sus amantes pasados, el problema es que algo no acaba de funcionar desde el inicio.
Es una lástimas que unas buenas actrices como Chiara Mastroianni y Camille Cottin, con el cameo final de Carole Bouquet como Irene a los 60, se hayan prestado a este sinsentido de comedia.
Premio a la mejor actriz a Chiara Mastroianni en la sección Una cierta mirada del Festival de Cine de Cannes.
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