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CRITICA
Por: PACO CASADO
En el cine dedicado a la delincuencia los hay de varios tipos, los que atracan a mano armada, los asesinos, los delincuentes de guante blanco, los estafadores y así podríamos seguir con las distintas variantes, unas llevan más acción que otras y a veces estos delitos se cometen simplemente sin moverse de un oscuro despacho.
La película que comentamos puede estar en alguna de estas variantes pero revestida del ambiente de una sofisticada, pícara y elegante comedia sobre una estafa, si bien, como tal, al inicio lo que parece es la relación entre un padre un hijo que no se llevan bien desde hace bastante tiempo y al que le molesta incluso que le llame hijo.
Es la relación de Humberto, un hombre ya mayor, pero no obstante sigue siendo un seductor, es un expresidiario, que cumplió condena por una antigua estafa en su país, Argentina.
Desde entonces no se habla con su hijo Jorge, que trabaja en una joyería en Madrid, donde los dos viven.
Ambos llevan ahora una vida tranquila en la capital de España, donde el padre tiene un bar del que malvive, en el que se suele reunir con frecuencia con Diego, un hombre que pertenecía a los Servicios de Inteligencia, trabajo al que tuvo que renunciar debido a un delito cometido por su hermana.
Jorge es invitado a la fiesta de Aldana, la hija de los dueños de la joyería, y su padre se empeña en acompañarlo, como pago a un favor económico para sacarlo de un apuro, y a lo largo de la misma ve la posibilidad de revivir el pasado con una compra fraudulenta de siete rubíes de gran valor.
Lo que empieza como una comedia amable en torno a la relación paternofilial y el tema del egoísmo, se pasa a ser un thriller sobre las amistades peligrosas, los secretos, el dinero fácil, la pasión amorosa, los líos familiares, la paternidad, la ambición y las tentaciones de volver a un pasado que nunca fue olvidado, que tampoco fue el mejor, por otra parte.
El guion va dando unos cuantos giros a lo largo de la narración con sorpresa final incluida en la que se descubre que nadie es lo que aparentaba ser en un principio.
Tiene unos diálogos que nos parecen excesivos, que nos resultan artificiales, como muy teatrales, que surgen sin fluidez de la boca de los actores.
En cuanto a la interpretación está correcto el veterano Gonzalo Castro, así como Ginés García Millán y un tanto frío lo notamos a Juan Grandinetti, los demás bien en sus papeles que son más cortos.
Beda Docampo Feijóo nació en Vigo, pero su familia emigró a Argentina cuando tan sólo tenía un año y allí ha hecho su vida y también la mayor parte de su filmografía.
Ahora regresa a sus orígenes con esta coproducción entre Argentina y España que es la undécima de las suyas, que lleva a cabo con un ritmo pausado, cuya visión no aburre, dado algunos giros que se van produciendo a lo largo de la narración con sorpresa final incluida, como viene siendo habitual últimamente.
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