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CRITICA
Por: PACO CASADO
Los guionistas parece que están obsesionados por encontrar nuevos temas para hacer historias de terror, pero hay veces que ese miedo y ese terror no existe por ningún lado, ya que se les ocurren las ideas más peregrinas para esos argumentos, como es el caso de 'In fabric' (2018) que transcurre sobre el telón de fondo del ajetreado período de rebajas de invierno en unos grandes almacenes.
Nos cuenta la historia de un precioso vestido rojo que por lo visto está maldito, que conforme va pasando de mano en mano le provoca el mal a toda aquella persona que se lo pone, con devastadoras consecuencias, primero provocándole un salpullido en el pecho y posteriormente otros males peores incluso la muerte en algunos caso.
La película parte de una idea que está mas cerca de producir la risa que ocasionar el terror aunque a nosotros no nos ha hecho la más mínima gracia, será que estamos perdiendo el sentido del humor conforme nos vamos haciendo más mayores.
La narración da comienzo con la historia de Sheila, una mujer de color, que trabaja en un banco, separada de su marido, que tiene un hijo, Vince, con el que vive, que está en edad universitaria, muy aficionado a hacer el amor con su novia.
Un día se compra el susodicho vestido rojo para acudir a una cita a ciegas con Adonis, que resulta bastante fallida.
En una segunda, esta vez con Zach, parece que va algo mejor y en un paseo por el campo un perro le destroza el vestido, pero después aparece intacto y cuando pretende devolverlo la tienda no se lo admite y decide donarlo a una organización de caridad, pero en el camino tiene un accidente mortal.
La segunda parte del film se centra esta vez en un hombre, Red Spaks, que se dedica a reparar lavadoras, que en su despedida de soltero, le hacen que se ponga el dichoso vestido rojo y tanto él como su novia Babs, que también se lo pone posteriormente, terminan con erosiones en el pecho.
Como se puede observar la idea de que un vestido provoque miedo o terror es de lo más peregrina y la fantasía de que el propio vestido tenga vida, se desplace, se mueva y provoque esos males y hasta muertes, es que no tiene desperdicio, como igualmente algunas escenas escabrosas, escatológicas y de mal gusto.
Por otra parte las empleadas de la tienda y el propio dueño tienen aspecto de auténticas brujas dadas al ocultismo y la brujería y una de ellas se asoma con frecuencia a un lugar donde hay una serie de personas encerradas como en un sótano que no sabemos qué sentido tiene.
La realización pierde mucho tiempo en mostrar efectos especiales y juegos con las imágenes, de collages, otras desdobladas, reflejos en los espejos que no tienen mucho sentido y que no hacen más que alargar un metraje, ya extenso de por sí, que se podía haber acortado perfectamente.
El director británico Peter Strickland, autor también del guion, para este su cuatro largometraje, no tiene en este caso a quien echarle las culpas de esta disparatada doble historia creada por él mismo, que apuesta por lo absurdo, con momentos surrealistas, que hacen que el espectador pierda el interés ayudado por una puesta en imagen reiterativa y alargada en exceso que no se puede tomar muy en serio.
Mejor director en el Austin Fantastic Fest. Premio del jurado a la mejor narrativa en el Calgary Underground Film Festival. Premio del público a la mejor narrativa en el Festival Cinetopia. Premio especial del jurado en Fantasporto. Premio a la mejor audacia y fotografía en el Festival Les Arcs. Premio del jurado al mejor film en Mar del Plata. Premio especial del jurado a la narrativa en el Festival Sarasota. Premio de la critica al mejor villano en Seattle. Premio Melies de plata a la mejor película europea y Octopusi de oro al mejor film internacional en Estrasburgo. Mejor director, fotografía y sonido en el Festival Fancine de Málaga.
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