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CRITICA
Por: PACO CASADO
Cuando los recursos habituales no dan resultado se acude en el cine de Hollywood a las producciones gigantescas, como ocurre en este caso para superar la crisis en la que la televisión ha puesto al cine y se acude a los enormes esfuerzos, a los abultados presupuestos, a la gran pantalla, a los elefantíacos repartos y las grandes emociones o como en este caso, a la risa.
'El mundo está loco, loco, loco,' (1963) es la típica película para que todo el mundo la vea y se ría, que para cualquier espectador medio es un film excepcional, con el que se divierte a base de bien, que es una de las funciones del cine.
No cabe duda que en la cinta hay gags cómicos muy logrados y que posiblemente sea de las películas cómicas más largas de la historia del cine, ya que su duración de dos horas cuarenta minutos no son habituales para un film cómico.
El gigantismo de esta larguísima superproducción en la que Stanley Kramer, como productor y director, ha querido meter a una ingente cantidad de actores cómicos, le perjudica en algún sentido.
Kramer es amigo de las producciones largas, casi todas las suyas lo son, y a veces le falta el sentido del ritmo y de la medida.
Si se analiza esta cinta, se podrá ver que no aporta nada nuevo al cine cómico, ya que lo que hace es jugar con los mismos trucos y las bazas de siempre de este género.
No cuenta más que la historia de un grupo de automovilistas que se entera del botín oculto de un ladrón y emprenden una alocada persecución por todo el país.
Este puñado de personas ambiciosas que van detrás de conseguir esa buena suma de dinero a las que les ocurren multitud de cosas, son las que originan la comicidad.
Ideológicamente es una parábola sobre las consecuencias de la codicia, porque el mero afán de lucro, no importa cual sea el medio, ciega al hombre y le hace despreciar cualquier valor y eso mismo se trasplanta fácilmente a la política, lo que a veces origina la génesis de una guerra.
Una producción sumamente espectacular, de brillantes colores, con una nitidez exquisita, con paisajes impresionantes y un desfile constante de figuras de la interpretación en un renacimiento del cine al estilo de Mack Sennett, sin la ternura, ni la ingenuidad del gran mago de la risa.
Las carreras han sido siempre uno de los viejos recursos de la historia del cine cómico, al que hay que añadir las caídas, los aterrizajes forzosos y un sin fin de trucos que todos están incluidos aquí.
Las actuaciones de cada uno de los personajes son llevados en varias acciones paralelas, entrecortadas a veces, que no dejan desarrollar ninguna, y todas corren parejas todo el tiempo hasta concluir en el alocado final, donde el público echa el resto saliendo de la sala con un buen sabor de boca tras haberse divertido.
Película correctamente realizada por Stanley Kramer, eficaz de cara a la taquilla, como corresponde a un buen productor-realizador, en la que ha reunido un repertorio extraordinario de grandes cómicos, con sus trucos, con sus tics, con un notable trabajo de Spencer Tracy, con una interpretación sutil, contenida y magistral, al que ya se le notaba ya tocado por la enfermedad que le haría morir poco tiempo después, con ligeras y fugaces apariciones de algunos cómicos, como Jerry Lewis, que atropella con su coche el sombrero del policía y que ni siquiera figura en la lista del reparto.
Inteligente el diseño de los créditos iniciales de Saul Bass, como siempre; dinámica y divertida la música de Ernest Gold y espectacular la fotografía del veterano Ernest Laszlo.
En definitiva una de las comedias de persecución más salvaje y loca de la historia del cine norteamericano, hecha con suma corrección y el sentido práctico que es habitual en esta cinematografía.
Oscar a los efectos de sonido. Dos Lauren de oro, a la película y a la canción. Nominada al Globo de oro como mejor comedia y al actor Jonathan Winters.
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