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CRITICA
Por: PACO CASADO
Violencia, imaginación y sexo, son los tres ingredientes de las películas de James Bond.
En 'Operación Trueno' (1965), sin embargo, acercándose más que las anteriores al espíritu del creador del personaje, Ian Fleming, se le han añadido unas gotas de humor que, si bien no es negro por la elegancia con que se presenta, al menos es gris muy oscuro.
Los valores espectaculares del film son absolutamente innegables y se basan, no sólo en el uso de dispositivos de última generación que son una ayuda para la personalidad de Bond, que no estamos acostumbrados a ver normalmente, sino también en una inteligente y rápida narración, en la que los hechos no tienen ningún valor significativo trascendente.
Esta vez se cuenta la cuarta misión de James Bond de rescatar unas bombas atómicas que han sido robadas por la potente organización Spectra que quiere a cambio una gran fortuna en dólares.
Una vez más de vacaciones el agente 007 se dirige a Nassau en las Bahamas, donde conoce a la hermosa Dominó y se ve metido de lleno en la aventura, resolviendo el caso entre escarceos amorosos, como es habitual en él.
Lo que sucede, ocurre, sin que nos preguntemos el ¿por qué?.
Un activismo existencial es el clima en que se desarrolla la historia, quizás por eso prenda tanto en un público que está ávido de sensaciones puras sin emociones posteriores.
Creemos, sin embargo, que en este caso la cinta se ha alargado demasiado, y no es que le resulte larga al espectador, sino que el director se complace excesivamente en las escenas alternativas.
No olvidemos que uno de los factores más importantes para cultivar el asombro del público es, precisamente, dejar acciones incompletas.
Aquí hay algunas de ellas, las escenas eróticas, por ejemplo, en este caso por obra de la censura.
No obstante, la violencia ha sido respetada excesivamente.
Y entramos en el plano moral de la película.
Analizándolo con algo de profundidad encontramos que los únicos valores que se admiran son los de tipo biológico, como dijo Alberto Moravia: "La amoralidad se convierte en inmoralidad, cuando se halagan los más primitivos instintos humanos: la violencia y el sexo."
En este caso, ninguno de los dos ha sido trascendido a lo que realmente significa: la conservación de la vida y su propagación, porque siempre el prójimo es tenido como enemigo mortal.
El resultado es un film de aventuras narrado con buen ritmo, con acciones que quedan incompletas para pasar rápidamente a otra para que no decaiga en ningún momento el interés del espectador.
La cinta está hecha con un buen oficio por un correcto director como es Terence Young, con buenos efectos especiales y espectacularidad en todas sus escenas, con unos actores que saben asumir correctamente sus cometidos.
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