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CRITICA
Por: PACO CASADO
El personaje creado por la escritora tailandesa Marayat Bibidh, que firma sus novelas con el nombre de Emmanuelle Arsan, vuelve a cobrar vida por tercera vez en la pantalla, aunque en esta ocasión se ha tomado tan sólo su figura y sobre ella, otra guionista, Monique Lange, ha ideado nuevas aventuras eróticas del personaje confeccionando el guion de esta película que, al parecer, es la última de esta serie, al margen de otras sucedáneas Emanuelle de color que están saliendo a raíz del éxito de la primera y sucesivas componentes de la misma.
La protagonista vive en las paradisíacas islas Seychelles con su marido, un arquitecto famoso, con el que ha establecido poder tener plena libertad de acción amorosa y una total confianza mutua, ya que entre los cuales no hay ningún secreto.
Pero cuando Gregory, un director de cine, entra en su vida y comienza a tomarse en serio su relación con él, resulta que cambian las circunstancias que habían establecido entre ambos, rompiéndose de alguna manera el acuerdo que habían tenido hasta esos momentos y su esposo comienza a mostrar signos de los habituales celos muy tradicionales en esos casos.
El film nos vuelve a presentar a Emmanuelle, mito erótico en sus andanzas sexuales totalmente libres, sin moral alguna, y donde lo único que importa es disfrutar con el sexo.
No obstante el verdadero amor va a tirar por tierra todas sus teorías sexuales.
Una vez más se han tomado todas las características del personaje, se han activado y se han puesto en marcha de nuevo en esta última aventura.
Pero a los guionistas les ha faltado en esta ocasión imaginación para no volver a repetir circunstancias y situaciones que ya habíamos visto en las dos cintas anteriores, lo que hace que la historia dé vueltas una y otra vez sobre lo mismo, sin poder apenas progresar la narración, lo que hace que eso pese en el ánimo del espectador que termina cansado de ver tanto lo ya conocido.
Ello es debido en parte al endeble guion y también a la dirección de la puesta en imágenes de François Leterrier.
El encanto y la belleza de Sylvia Kristel y de sus compañeras, se pone de manifiesto, con una cierta elegancia en cuanto a las escenas eróticas que con gran profusión se nos ofrecen a lo largo de la trama.
En el aspecto negativo hay que anotar un mal colorido y una música vulgar de Serge Gainbourg entre otros defectos.
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