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CRITICA
Por: PACO CASADO
Cecil B. de Mille decía en su momento que una película tiene que empezar con un terremoto y seguir ascendiendo en intensidad.
Se nos viene esta frase a la cabeza a la vista de esta película que da inicio con un hombre que se baja de un coche, se encamina con un martillo en la mano, golpea furiosamente una puerta, mata a una mujer que le abre y a continuación prende fuego a la casa.
¿Hay quién dé más?
Rachel es estilista, se ha quedado dormida para llevar a su hijo Kyle al colegio, con lo que ha empezado mal el día, pero aún va a ir a peor.
Es una mujer que está en trámite de divorcio y a continuación está citada con Andy, su abogado en una cafetería.
Un atasco le hace llegar tarde al colegio y a atender a su mejor clienta que la despide en el acto por teléfono.
En la carretera en un semáforo delante está el asesino al que le toca el claxon porque no arranca, discute con él y le hace ver que tendrá un mal día, cuando la persigue a muerte sin más motivo que lo apuntado, lo que hace que se desencadene una serie de asesinatos mientras la persigue culpándole a ella de todos ellos por la actitud impaciente tenida un rato antes para con él.
En estos momentos se están dando circunstancias muy extrañas en el cine que nos está llegando a nuestras carteleras.
Por el hecho de poder rodar en video y después pasar a los formatos habituales, se están produciendo films de una excesiva duración, por aquello de que resultan más baratos de rodar que antes en celuloide, pero sin embargo de vez en cuando nos tropezamos con otros que apenas llegan a la duración standar de la hora y media, como ocurre con este que comentamos que de los 90 minutos ocho de ellos se van en los larguísimos créditos en donde se cita hasta el apuntador, como se decía antes.
Como antes hemos anotado se parte de una situación absurda y se lleva al extremo, cuando con educación se puede evitar entre personas razonables con una simple disculpa o petición de perdón.
Sin embargo el personaje principal no es de esa clase, ya que arranca con un crimen y un incendio sin que sepamos los motivos ni la razón de tal comportamiento, lo que no cabe duda que de estamos ante un psicópata al que le gusta matar.
Esa simple anécdota le sirve al guionista Carl Ellworth para crear escenas de gran tensión por el peligro que supone conducir con un asesino persiguiéndote y posteriormente con el suspense de saber cual será su siguiente paso y en qué victima ha puesto su punto de mira.
Esas son la armas que utiliza en esta ocasión el director de origen alemán afincado en el cine norteamericano Derrick Borte, que hace con éste su sexto largometraje y primero que conocemos de él en el que lleva con mano firme el suspense y las situaciones violentas que se producen a lo largo de la trama.
Resulta extraño ver a un ganador del Oscar como Russell Crowe en una cinta pequeña como esta, que casi más bien parece tener forma de telefilm y en un papel muy diferente de los que estamos acostumbrados a verle habitualmente, lo cual no es óbice para que haga un correcto trabajo en este caso de asesino implacable al que tiene que soportar su envite una débil y acongojada mujer que encarna Caren Pistorius, que se convierte en el blanco de su ira.
La trama tiene algunos momentos demasiado convencionales, pero como distracción vale.
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