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CRITICA
Por: PACO CASADO
Dos niños, Max y Leo, de 8 y 5 años emigran desde México a Albuquerque en Estados Unidos con Lucía, su madre, que está separa de su marido, en busca de una vida mejor.
Lucía sabe un poco de inglés y se defiende para poder buscar trabajo y al mismo tiempo les deja en una grabadora de cassette palabras en inglés para que escuchen su voz y vayan aprendiendo.
Sus días pasan en un pequeño apartamento esperando a que ella regrese del doble turno de trabajo en una lavandería mientras observan a través de la ventana cómo otros niños juegan fuera a la pelota, mientras que a ellos les tiene prohibido su madre salir del apartamento debido al inseguro barrio en el que está enclavada su vivienda, habitado principalmente por hispanos y asiáticos.
Mientras tanto se dedican a escuchar los cuentos, las reglas a cumplir que les impone su madre y las lecciones de inglés que les deja en una vieja grabadora de cassette y construyen un mundo imaginario con sus dibujos que pintan en la pared, que cobran vida en varios momentos a lo largo de la trama, con la consiguiente reprimenda.
Ambos sueñan con la esperanza de que algún día su madre pueda cumplir la promesa de llevarlos a visitar Disneylandia que es lo que más le hace ilusión.
La película es un retrato certero y humano, lleno de detalles realistas de esa pobre gente mexicana que emigra en busca de una vida mejor, a esa a la que Trump le quiere poner un muro para que no atraviesen la frontera impidiéndole luchar por lo que tienen un derecho de vida.
La anécdota argumental, así como la acción es mínima, pero refleja muy bien el paso del tiempo y la soledad de los dos pequeños en el apartamento que es como una especie de cárcel para ellos, comportándose muy bien, aunque alguna vez hagan alguna travesura como salir fuera y que se les cierre la puerta.
La actriz Martha Reyes Arias hace un estupendo trabajo, en este su segundo largometraje, de una madre abnegada, sacrificada por sacar adelante a sus dos hijos pequeños, haciendo largas horas de trabajo a diario, aún a costa de no poder estar con ellos y verlos crecer, teniendo que dejarlos solos con el riesgo que eso conlleva a esa edad tan temprana, tratando de que se hagan responsables de la situación en la que viven.
No menos mérito nos merece la actuación de los dos notable actores naturales que son los hermanos, también en la vida real, Maximiliano y Leonardo Nájar Márquez que incorporan a los dos personajes infantiles con sus mismos nombres de pila reales.
Para el director, Samuel Kishi, también es su segundo largo de ficción, en el que ha sabido captar perfectamente la difícil labor que hacen los dos pequeños actores de esta historia y todo ello sin caer en sentimentalismos baratos, ya que el sentimiento y la emoción lo lleva por dentro, como unos hechos vividos en propia carne de cuya experiencia sacó este guion.
Gran premio del jurado y premio de la Paz en el Festival de Berlín. Mejor film en los Festivales BUFF, Guanajuanto, La Habana, Lucas, Miami, Olhar y Burgas. Mención especial en el de Calgary. Premio especial del jurado y mejor film en el F. de Friburgo. Premio del público, el Fipresci, el Iberoamericano y el Mezcal a las actrices en el F. de Guadalajara. Mejor film y dirección en el F. Olympia.
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