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CRITICA
Por: PACO CASADO
El cine del género de terror parece que sigue estando de moda e interesando por tanto sobre todo a los espectadores más jóvenes y al igual que sucedía en el año pasado, el verano resulta ser la época más adecuada para la programación de las producciones de esta clase y en este caso curiosamente se ha elegido un viernes 13 para su estreno.
La acción se desarrolla en un campamento juvenil de verano, en Crystal Lake, en el que en el año 1958 ocurrió un luctuoso suceso.
Mientras dos monitores hacían el amor, un chico llamado Jason murió ahogado en el lago cercano y se produjo también un doble asesinato.
Desde entonces para los habitantes del lugar, el campamento quedó maldito.
Ahora, diez años, después, el dueño ha decidido volverlo a abrir de nuevo y esta vez no será una muerte sino una decena de ellas las que sucederán.
La advertencia de los ciudadanos se ve así cumplida, ya que en esta ocasión además se trata de muerte violentas realizada a base de cuchillos, hacha, flechas, etc. que son los elemento utilizados por el sádico asesino para llevarlas a cabo.
Los motivos y la identidad del mismo no se descubrirá hasta el final, lo que mantiene la tensión en el espectador que presiente que cada uno de los chicos irán cayendo de uno en uno todos.
La cuestión está en saber cuando y de qué manera morirá cada uno de ellos.
La película está narrada con bastante corrección, dentro de ese cine de terror actual para que ya no hace falta utilizar las noches oscuras o tormentosas, sino que también se producen las muertes a la luz del día, lo cual no quita la impaciencia del público asistente.
Si bien el argumento no revela nada nuevo que no hayamos visto antes, sin embargo la factura cinematográfica logra interesar, aunque únicamente sea por la agilidad dada a las escenas, usando preferentemente la cámara subjetiva para hacer notar la presencia del criminal, pero sin desvelar su identidad.
Los jóvenes actores se comportan bien con sus respectivos personajes.
Están logrados lo efectos especiales de Tom Savini y la fotografía de Barry Abrams.
En cambio la espeluznante música de Harry Manfredini se asemeja mucho a la partitura escrita por Bernard Herrmann para el film de Alfred Hitchcock, Psicosis (1960).
El desagradable realismo que se le ha dado a representación de los diferentes crímenes que proporcionan duras escenas bastante crueles además de la atmósfera de terror conseguida es lo que ha motivado que se le otorgue la calificación de Película S.
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