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CRITICA
Por: PACO CASADO
William Peter Blatty es un escritor que en el año 1971 publicó una novela de éxito, 'El exorcista', que batió todos los récords en las librerías y se mantuvo durante 55 semanas en las listas de ventas del New York Times.
En ella tocaba un tema novedoso y los productores se fijaron en ella para llevarla a la pantalla, originando una interesante película que impuso de alguna manera unas claves nuevas en el género del cine de terror.
Anteriormente todas sus novelas o guiones habían sido comedias, aunque también hizo un drama titulado Killer Kane, que le sirvió de base para escribir el guion de su primer film como director 'The ninth configuration' (La novena configuración) (1980) que no se ha visto en nuestras salas.
Ahora al cabo de 16 años de su mayor éxito, El exorcista (1973), que en aquella ocasión dirigió William Friedkin, se decide a hacer su segunda incursión en el terreno de la dirección fílmica con 'El exorcista III' (1990), que, aunque en realidad la tercera de la serie, es la continuación de aquella novela original suya, ya que para el Exorcista II se negó a escribir el guion.
Pasado el tiempo se acordó de una idea que se le ocurrió cuando hizo su investigación sobre posesión diabólica para llevar a cabo el primer libro sobre el tema y así continuó la historia en 1983 que se llamó Legión en la que ahora se basa 'El exorcista III' (1990).
La cinta se inicia donde terminaba aquella primera, cuando el joven sacerdote se cae o se tira por la escalera poseído por el demonio, yaciendo muerto al final de la historia.
En esta ocasión se le da un mayor protagonismo al personaje del detective William, F. Kinderman que en aquella otra y es él el que se encarga de coordinar de alguna manera los acontecimientos que se van sucediendo, los crímenes que se producen y la investigación que sobre los mismos se va llevando a cabo, buscando al mismo tiempo la posible conexión que pudiera haber entre ellos o determinando la participación demoníaca que pudiera existir en cada uno.
Esto origina nuevamente la posibilidad de dar entrada a escenas terroríficas y a espectaculares efectos especiales para mostrarnos la posible intervención diabólica en esos fenómenos paranormales, como la transfiguración de los rostros, las levitaciones, la fuerza extraña, la aparición de serpientes y otras visiones apocalípticas o el desafío de la gravedad pudiendo andar por el techo.
A William Peter Blatty, como guionista, se le advierte en la primera parte del guion ciertas connotaciones con esas comedias que escribía antes, con algunas pinceladas diluidas al inicio con la ironía del detective o del sacerdote hechas con bastante sutileza, lo que relaja a veces la tensión del espectador, que también se lleva sus buenos sobresaltos a lo largo de la proyección, siendo en este sentido algo efectista en determinados momentos.
En el capítulo interpretativo está muy bien George C. Scott, como el espléndido veterano actor que es, en el papel del teniente de policía William F. Kinderman, seguido por los secundarios masculinos que se muestran con corrección.
La música de Barry De Vorzon utiliza algunos temas del primer capítulo, como el Tubular Bells, por ejemplo, y en cuanto a la dirección de Blatty resulta interesante, pero algo más confuso el guion.
Premio de la Academia de ciencia ficción al guion. Premio Rondo al mejor comentario.
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