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CRITICA
Por: PACO CASADO
Esta fue la última película que hizo el prolífico Rainer Werner Fassbinder que levantó polémicas en la Mostra de cine de Venecia y en el Festival de cine de San Sebastián donde concursó, siendo prohibida en Italia, con la crítica dividida en cuantos lugares se proyectó.
Quienes se dejaban llevar por la política de autor la calificaban de obra maestra, sobre todo para los homosexuales que se convirió en obra de culto, mientras que para otros, entre los que nos encontramos, no está entre lo mejor del controvertido director alemán, recibiendo algunas de las más duras críticas de su carrera.
Se vió obligado a cortar algunas escenas para poderla exhibir en los Estados Unidos, algo que no había hecho hasta ahora.
Esta es la historia de George Querelle, un apuesto marinero belga, con pasado delictivo, que se ve arrastrado a un vórtice de rivalidad entre hermanos, criminales y una explosiva sexualidad, cuyo barco atraca en el puerto de Brest, donde intenta vender un cargamento de opio, que termina convirtiéndose en una película muy difícil por diversas razones.
Marineros, asesinos, opio y prostitución son los ejes de este film basado en la cuarta novela del ya de por sí escandaloso autor francés Jean Genet, Querelle de Brest, publicada en 1947, su obra más ambiciosa y polémica, con grandes dosis de surrealismo, que entronca perfectamente con las ideas e inquietudes del realizador germano, aunque no pueda abarcar todo el texto de la novela ya que pasar a Genet al cine no es tarea fácil, con sus realistas escenas de sexo, además de tocar otros temas por la traición y la muerte.
Cuenta la vida del marinero Querelle, de su poder de fascinación y de seducción sobre las personas con las que se cruza en su camino.
Una belleza y una personalidad a las que nadie puede resistirse, en el que se encarna a la bella y la bestia en uno; tan bello, apuesto y seductor como egocéntrico, ladrón y asesino.
Fassbinder la llevó al cine de forma teatral, con decorados casi únicos, con telones de fondo de colores antinaturales que dan la falsedad del relato y de los personajes, obsesionados por el sexo, indefinidos, desdibujados, como la figura del teniente que desde el puente desea a los marineros grabando cobardemente sus pensamientos en un magnetófono y sin demostrar sus ansiedades, todo lo contrario de Querelle, de la prostituta del bar o de su sodomizador marido.
En la interpretación destaca la actuación de Brad Davis en el papel del marinero solitario en el que se combinan la crudeza con la inocencia que se dan cita en su personaje.
Pasó por la Mostra de cine de Venecia y pronto se convirtió en una cinta de culto.
En definitiva un pobre testamento cinematográfico de Rainer Werner Fassbinder.
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