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CRITICA
Por: PACO CASADO
En nuestro mundo de hoy día, tan mecanizado e impersonal, es casi lógico que estén resucitando unos antiguos gustos de las personas por el misterio y lo sobrenatural debido a la vulgaridad de cada día en nuestras tareas diarias, y en la necesidad de vivir otras emociones que nos saquen de la rutina.
En este sentido el pueblo norteamericano, por ser el más avanzado en cuanto a la tecnología y más modernizado en su vida normal e incluso también en cuanto a su cinematografía, ha recurrido con más frecuencia al género de terror y dentro del mismo se podría hacer un apartado de películas sobre personas endemoniadas.
En este aspecto podríamos citar la inteligente La semilla del diablo (1968), de Roman Polanski, con Mia Farrow y John Cassavetes, pero posiblemente la que hizo más por ponerlo de moda fuera El exorcista (1973) de William Friedkin, con Ellen Burstyn y Max von Sydow, ya que a raíz de ella se hicieron varias secuelas y surgieron muchos imitadores, como suele ocurrir con el cine italiano que hace siempre con los éxitos del cine yanqui y se no quedaron atrás el español o el alemán cuyos productos rebajaron su calidad a veces hasta el límite.
Ahora lo retoma el cine de Hollywood, como ya ha ocurrido en otro momento con el cine del Oeste, imitando al europeo, pero en este caso haciendo un producto con una mayor calidad que todas esas imitaciones, sin vómitos, ni ojos en blanco, ni demás truco y efectos teatrales, ni la ingenuidad ramplona y argumental de escenas truculentas en muchos momentos.
Robert Thorn es el embajador norteamericano en Gran Bretaña, está casado con Katherine, conformando un matrimonio feliz deseoso de tener hijos.
Cuando tiene el primer niño éste nace muerto y un sacerdote lo cambia, de acuerdo con el padre, por otro recién nacido cuya madre ha muerto durante el parto, sin que Katherine lo sepa.
El guion tiene como base argumental el Libro de las revelaciones y muestra la venida del Anticristo en una idea insólita, encarnado en el hijo de este embajador norteamericano, que ha sido debidamente sustituido al haber nacido muerto, pero la madre descubre finalmente el cambio y a partir de ese momento comienzan a sucederse misteriosas muertes.
El film está dirigido por Richard Donner, un cineasta que comenzó haciendo series de televisión y posteriormente se pasó al cine siendo su ópera prima Sal y pimienta (1968), a la que siguió Twinky (1970) y en tercer lugar realizó 'La profecía' (1975), un estupendo producto comercial, que está dando mucho dinero en las taquillas de todo el mundo, con un inteligente guion de David Seltzer que sabe cómo mantener en suspense al espectador en muchos instantes de la narración.
Resulta más endeble el análisis, sin embargo, de algunas situaciones en su parte central, cuando la acción abandona al niño y sigue al padre en busca de desentrañar el misterio, que termina en un final con unas terribles consecuencias, que posiblemente el espectador no acabe de creérselo.
Hay que anotar el buen trabajo del siempre seguro Gregory Peck, muy bien acompañado en esta ocasión por otra notable actriz como es Lee Remick.
Como curiosidad esta cinta estaba destinada a ser interpretada por Charlton Heston pero finalmente fue sustituido a última hora por Gregory Peck y creemos que fue un acierto.
La banda sonora está adornada con una brillante y llamativa partitura de Jerry Goldsmith que ha sido galardonada con el Oscar.
En definitiva una película muy apta para pasar un buen o mal rato según se mire.
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