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CRITICA
Por: PACO CASADO
Desde siempre ha tenido el cine un género perfectamente definido en las producciones de terror, cuyas premisas son las habituales y los desenlaces conocidos al ser casi todos iguales.
Desde El asesinato del duque de Guisa, de los hermanos Lumiere de los comienzos del cine hasta nuestros días una larga lista de películas de este tipo engrosan un amplio capítulo de la historia del cine.
Los alemanes con el director Fritz Lang a la cabeza dieron un gran impulso a este género.
Luego el cine norteamericano recogió la idea y nos dio desde su famosa 'La muerte de vacaciones' (1934), de Michael Leisen, con Frederic March, hasta la serie interpretada por Boris Karloff interpretando al Doctor Frankenstein y la de Bela Lugosi en el personaje del Conde Drácula.
Un personaje esencial en la historia de este género lo tenemos también en el ya fallecido Lon Chaney con su creación de 'El hombre lobo'.
'El ladrón de cadáveres' (1945), de Robert Wise, 'Los misterios de París' (1943) de Jean de Baroncelli, 'Los crímenes del museo de cera' (1953), de André de Toth, son otros títulos que se pueden citar de este género.
Pero vayamos a esta versión de 'Drácula' (1958) que ahora se estrena.
Visto el éxito comercial que en todas las épocas ha tenido este género cinematográfico, el cine inglés ha vuelto sus ojos al mismo y ya lleva una serie de films sobre estos macabros temas.
Unos de los últimos es este 'Drácula' (1958), dirigido por Terence Fisher, un experto realizador que ha sabido darle a la narración fílmica el ritmo preciso dulcificando el terror con buena mano logrando en definitiva una notable realización.
Jonathan Harker provoca la ira del Conde Drácula después de que acepta un trabajo en el castillo de los vampiros con un falso pretexto, lo que obliga a su colega el Dr. Van Helsing a cazar al villano depredador cuando éste ataca a los seres queridos de Harker.
El argumento no lo vamos a analizar pues ya de antemano sabemos las situaciones absurdas que nos va a ofrecer, ya que es cine hecho con un sólo propósito que cumple perfectamente.
La fotografía de Jack Asher es limpia y matiza en cada momento las escenas con nun bello colorido que le presta a lo terrorífico una rara plasticidad.
La música de James Bernard va en todo instante acorde con el tema.
En cuanto a los intérpretes están todos a la altura requerida por el tema esforzándose en producir el mayor terror posible en el espectador con momentos llenos de horror, sadismo y personajes terroríficos.
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