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CRITICA
Por: PACO CASADO
El tema de la novela de Bram Stoker casi se podría decir que es tan antiguo como el cine, ya que existe una versión alemana muda de 1922 dirigida por Friedrich Wilhem Murnau, con la que el cine fantástico lograba su primera obra seria y de calidad con esa versión personal de Drácula en la que el director alemán volcó toda su capacidad lírica y visual.
Muchos directores han venido después de aquella para dar la suya, como este es el caso de Werner Herzog que reactualiza la historia modernizándola.
Más de medio siglo después de aquella primera, otro alemán, Werner Herzog, uno de los directores más interesantes de la nueva generación de la cinematografía germana, vuelve a insistir en el mito del vampiro en el que de nuevo lo visual y poético están presentes y lo hace a través de una versión con una gran riqueza visual, en la que vuelca toda su capacidad lírica, recreándose en la fotografía de Jörg Schmidt-Reitwein, en los decorados y los escenarios naturales que constituyen un gran valor formal, teniendo en cuenta en este sentido el cuidar de forma esmerada este aspecto, así como la música compuesta por Popol Vuh y Florian Friecke en cuya banda sonora se añaden además temas de compositores clásicos como Wagner, Gounod, Vok, Amsambi y Gordelia, entre otros.
Uno de los aspecto que cuida especialmente es el cuadro de actores, a los que mueve acorde con el tratamiento dado a la película, con un ritmo lento, recreándose en las imágenes muy al estilo del cine germánico, de entre los cuales destaca el trabajo personal de Klaus Kinski, un actor muy adecuado para encarnar este personaje de Nosferatu que muchos años después vuelve a las pantallas.
El conde Drácula se traslada de Transilvania a Wismar, extendiendo a su paso la enfermedad de la Peste Negra por toda la tierra.
Tan sólo una mujer de corazón puro puede poner fin a su reinado del terror.
En cuanto al tema, como guionista, Herzog hace algunos retoques introduciendo unas variantes, como la presencia de la peste, como una maldición medieval en la segunda parte, con unos ligeros cambios que no afectan para nada a lo fundamental del mito vampírico.
De nuevo el director de títulos tan famosos como 'Aguirre, la cólera de Dios' (1972), 'El enigma de Gaspar Hauser' (1974) o 'Corazón de cristal' (1976), vuelve a insistir en su cine frío, exacto, como trazado con un tiralíneas, que potencia una historia fantástica, no exenta de lirismo, como ocurre en la bella escena de la posesión de la protagonista por el vampiro.
El film resulta moderno y clásico al mismo tiempo en busca de un equilibro en todo momento sin limitarse a la simple recreación estética, sino renovándola en este aspecto.
Una cinta muy apropiada para los auténticos aficionados al buen cine que gozan con su realización, en la que se pueden apreciar en algunos momentos influencias de la propia versión de Murnau, en cuanto a las sombras y la iluminación, sin que por ello se pueda hablar de copia, más bien de homenaje, ya que esta versión de Herzog tiene la suficiente personalidad y calidad por sí misma como para se la recomendemos a ustedes.
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