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CRITICA
Por: PACO CASADO
Esta es una de las locuras de Stanley Kramer, productor del cine de Hollywood que un día se pasó a la dirección con la película 'No será un extraño' (1955) que fue su debut.
Como se le dio bien siguió en la brecha con títulos importantes como 'Orgullo y pasión' (1957), 'Fugitivos' (1958), 'Vencedores o vencidos' (1961) o 'El mundo está loco, loco, loco, loco' (1963), entre otros, hasta llegar a 'El barco de los locos' (1965) cuyo guion de Abby Mann se basa en la novela de igual título escrita por Katherine Anne Porter que se ha convertido en el best seller del momento en los Estados Unidos, en la que se presenta el mundo agitado y turbio de las más violentas pasiones de una serie de personajes reunidos en un buque alemán entre los que advertimos el advenimiento del nacionalsocialismo hitleriano, que realiza la travesía desde Veracruz al puerto alemán de Bremen, en los años previos a la Segunda Guerra Mundial.
A lo largo de la misma se dan cita personas muy distintas entre las que surge la aventura amorosa, los odios raciales y las taras figiológicas, que van aflorando a través de varios pasajeros, en los que se quiere sintetizar, con cierto carácter simbólico, la locura de una parte de la humanidad que no tiene nada que envidiar a la actual.
Stanley Kramer, cuyos films nunca son vulgares, como lo demuestran los títulos antes citados, no tiene la medida exacta de sus pretensiones, esta vez, por lo que el resultado es un tanto premioso y reiterativo debido a su largo metraje y falto de unidad y de la calidad final que debió tener.
Como productor sabe que los grandes repartos dan dinero y hace a la cinta más comercial aunque a veces perjudica cuando la dirección no tiene una gran personalidad e inventiva.
En esta ocasión ha seguido, una vez más, el camino de adaptar una gran novela y dotarla de un nutrido reparto.
Junto a la crítica que hace de la sociedad se desliza en el fondo una serie de ideas filosóficas, políticas, morales, etc., no siempre acertadas, con mucha literatura y poco cine, porque a la hora de la puesta en imágenes, Kramer demuestra escaso talento, ya que no hace más que distribuir esas ideas a lo largo de las más de dos horas largas de proyección.
La película se salva en parte por el espectáculo que supone ver actuar al extenso reparto de actores de primera fila, tales como la veterana Vivien Leigh, que repite su papel de siempre por última vez, ya que murió poco después, el extraordinario Lee Marvin, la personalidad de José Ferrer o la revelación de Oskar Werner, actor que obtuvo un gran éxito en Jules et Jim y en Farenheit 451.
La interpretación es francamente buena en general aunque no podía esperarse menos del escogido cuadro de artistas, muchos de los cuales hacen verdaderas creaciones de los personajes que les han tocado en suerte.
Entre el cuadro de sus valores hay que destacar la buena fotografía obtenida en blanco y negro por Ernest Laszlo.
El resultado es un film amargo y demoledor de una sociedad pervertida dentro de la cual algún pasajero puede representar un elemento positivo como contraste.
Oscar a la mejor fotografía y mejor dirección artística en blanco y negro. Nominados al Globo de oro al mejor drama, Simone Signoret y Oskar Werner. Premio a Oskar Werner de los críticos de Nueva York.
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