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CRITICA
Por: PACO CASADO
Si el cine es un sueño que el espectador sueña despierto, podríamos decir que el cine del género de terror es un juego entre dos, el director y el espectador en el que ambos han de estar de acuerdo.
El primero en asustar, en meter miedo, mientras que el segundo debe estar predispuesto a dejarse asustar e incluso aterrorizar.
Lo importante en este caso es que las reglas establecidas se respeten, para que el producto-película tenga la necesaria calidad.
Es la historia de Mike, un adolescente que acaba de perder a sus padres y teme perder también a Jody, su hermano mayor.
Un día en que su hermano asiste al funeral de un amigo ve cómo el dueño de la funeraria reanima a los cadáveres y convierte en sus esclavos con lo que tiene así consigo un ejército letal a su servicio.
El éxito de 'Phantasma' (1979) es por una parte fruto de una campaña publicitaria que está bien orquestada y planificada, por otra debido a un hábil manejo de los resortes terrorificos de algunas escenas surrealistas con novedades, donde estriba su originalidad en determinados momentos.
Por lo demás juega con los trucos clásicos habituales, los clásicos golpes fuertes de la orquesta, los ruidos, las sorpresas inesperadas y sobre todo la aportación de una fantasía ciertamente desmesurada que llega a no respetar las reglas lógicas que son habituales, hasta el punto de que el film no se puede poner en pie para poder ser contado, porque no se sabe dónde comienza la realidad o por otra parte lo onírico.
Su sólido guion, escrito por el propio Don Coscarelli, en este sentido no es coherente, sino que parte de las situaciones para obtener su objetivo que no es otro que el de asustar.
En este sentido la cinta resulta una producción desigual.
Nada tiene lógica, ni en los personajes, ni en el desarrollo de la acción.
Son todo fruto de la fantasía, aunque está bien encamoinada hacia el fin que se ha propuesto.
Don Coscarelli hace con ésta su tercera película.
La primera con la que debutó como director fue 'Jim, el más grande del mundo' (1975) y la segunda 'Kenny y compañía' (1976).
La realización es monótona, repitiendo cansinamente planos y posiciones de cámara.
El resultado final es desigual, aunque aceptable, por la originalidad del argumento, siempre que el espectador se deje llevar.
La efectiva música de Fred Myrow y Malcolm Seagrave es buena aunque algo copiona que hace que esta película sea más aterradora si cabe.
Premio especial del jurado en el Festival de Avoriaz.
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