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CRITICA
Por: PACO CASADO
Cuando los productores norteamericanos descubren un filón comercial que resulta un gran éxito en la taquilla, es seguro apostar que habrá una continuación o secuela.
En efecto, eso es lo que ha ocurrido con la producción cómica, 'Aterriza como puedas' (1980) que fue dirigida por Jim Abrahams, en la que se nos contaban las peripecias absurdas de un gran avión durante el trayecto entre dos ciudades donde ocurrían las situaciones más disparatadas que se puedan imaginar y con unos personajes francamente absurdos y totalmente locos.
Aquí se trata del fallo de una computadora que está defectuosa de un transbordador espacial que se dirige directamente hacia el Sol en lugar de a la Luna y no se puede saber si Ted Striker, un piloto que odia volar, podrá salvar el día y lograr enderezar el rumbo de la Mayflower One en su vuelo inaugural.
En esta ocasión se riza el rizo un poco más ya que esta vez se trata de una aeronave espacial en vuelo hacia la Luna, que lleva un pasajero a bordo con una bomba y de la que ha de hacerse cargo durante el trayecto es piloto, al que se había dado por loco, durante una inspección médica.
La caricatura que se hace de las producciones del género de catástrofes del tipo de las de aeropuertos, continúan aquí siguiendo esta vez las reglas del más difícil todavía es posible.
Casi se puede decir que ocurre como en las películas de Luis García Berlanga que, con una situación única, se va construyendo una serie de situaciones cómicas que provocan la risa de los divertidos espectadores.
Éstas comienzan incluso antes del embarque de los pasajeros, en el momento en que suena la alarma al pasar una pobre ancianita y sin embargo no ocurre cuando entra un grupo de terroristas armados hasta los dientes, por ejemplo.
Todo lo que ocurre aquí es válido, con tal que sea lo más absurdo posible, dislocando la realidad y de esta manera mueva a provocar la carcajada, por muy tópica que pueda resultar o por muy pasado de rosca que esté el cliché que se haga, aún acudiendo en ocasiones a la sal gorda.
El film en este sentido funciona bien y logra cumplir el propósito que se había propuesto que no era otro que el de divertir al público sin que decaiga en ningún momento de la proyección, a base de acumular diversas situaciones que se suceden sin continuidad.
El guionista Ted Finkleman debuta en la dirección con esta cinta que por su parte sí consigue dirigir su particular vuelo en la ruta correcta de la comicidad.
Por su parte el abultado reparto se comporta con arreglo a los alocados personajes que componen esta divertida historia.
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