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CRITICA
Por: PACO CASADO
Henri Verneuil es un director francés que últimamente venía haciendo un cine eminentemente espectacular, generalmente en coproducción, con una larga nómina de actores internacionales, lo que facilitaba la venta al exterior.
Sus temas preferidos son por lo general los policíacos y el actor que más veces ha utilizado en sus repartos es Jean-Paul Belmondo, con quien lleva ya siete largometrajes realizados.
Sus películas tienen una cierta calidad, tanto por los temas elegidos como por el tratamiento que les da, que suele ser bastante cuidado en líneas generales.
Como característica más usual late en casi todas ellas una gran cantidad de una violencia sutil y soterrada, algo que está tan de moda en estos últimos tiempos.
El protagonista de esta historia es François Liégard, un hombre que siempre despreció a los que gobernaban la ciudad.
Un día se enamoró de una chica que es la heredera de la poderosa familia Gilberte.
Hace diez años se habría casado con ella, pero ahora únicamente el odio los mantiene unidos, ya que fue acusado de asesinato, de haber matado a un jugador de fútbol y una prostituta.
En este nuevo film parece que Henri Verneuil ha elegido un camino un tanto diferente.
Si bien el carácter de la cinta podría ser también el policiaco, con la consiguiente violencia, ésta late en el interior de los personajes y no de forma física, aunque no puede faltar un crimen, que lleva injustamente al protagonista a cumplir una condena de siete años de prisión.
Al salir de la cárcel emprende el camino de la venganza, que es llevado a cabo con gran premeditación y a costa de lo que sea sin importarle los métodos a utilizar, ni tampoco si ha de caer en los procedimientos más bajos con tal de que sus enemigos paguen sus culpas.
La película no posee el estilo directo de otras obras suyas, sino que utiliza constantemente los saltos atrás en una narración discontinua que complica algo el desarrollo de los hechos en su ánimo de justificar los comportamientos y en el afán de hacer un film más al estilo de hoy, con una estructura que se sale de lo corriente.
Debido a ello el desarrollo de la narración exige una mayor atención por parte del espectador, ya que el guion sacrifica lo lineal por lo más difícil y artístico.
La música compuesta por Francis Lai no se despega de lo que es su estilo ya habitual.
Por su parte Henri Verneul aporta su conocimiento y buen oficio en la dirección, al igual que Jean-Paul Belmondo lo hace en cuanto a la interpretación, en este caso rodeado de jóvenes rostros del cine francés actual.
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