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RITICA
Por: PACO CASADO
La acción de esta historia comienza con la extensa familia Solé buscando el documento en el que se diga que la tierra que cultivan les pertenece, pero el abuelo confirma que ese documento no existe, que antes todo se hacía de palabra y eso iba a misa, por lo que al final del verano, cuando termine la cosecha, serán expropiados.
Como cada verano, en Alcarràs la familia recoge los frutos de una gran extensión de melocotoneros y paraguayos.
Después de ochenta años, se reúnen para realizar juntos su última cosecha.
La vida de esta familia de cultivadores de melocotones en Alcarràs, un pequeño pueblo de Cataluña cambia ante este hecho y su gran finca que han explotado de manera vitalicia, recibida por el dueño en pago a haberle salvado la vida, pero sin papeles por medio, ahora el biznieto de aquel hombre no quiere saber de pactos, sino de papeles que lo afirmen, ya que va a destinar la tierra a la instalación de placas solares que son más rentables a corto plazo, amenazando repentinamente con la pérdida de lo que hasta ahora ha sido su sustento desde tiempo inmemorial.
Esto le mete en una espiral de violencia a Quimet, el cabeza de familia, haciendo la vida imposible a cuantos tiene a su alrededor.
Carla Simón fue la directora de Verano 1993 (2017) ganadora del Goya y de los más importante premios españoles y es la primera película española desde hace muchos años en ganar el Oso de oro en el Festival de cine de Berlín y con estos dos films se sitúa a la cabeza de las nuevas realizadoras de nuestro panorama cinematográfico a la par de otros directoress internacionales en conseguirlo.
Conecta con ciertas sensibilidades sociales, estéticas neorrealistas y sensoriales.
Tiene un mensaje político sobre los efectos de la globalización y el capitalismo mediante la historia de esta familia de ese pequeño pueblo agrícola de Lérida de poco menos de diez mil habitantes, que sufre la depreciación del trabajo, y la devaluación de los terrenos ante una nueva forma de explotación de la tierra con los paneles solares, y las grandes cadenas de distribución en la venta de la fruta a bajo precio.
No faltan los problemas familiares entre padres e hijos.
La película no tiene un guion que nos lleve a alguna parte sino que se limita a recoger los hechos tal como van llegando y en realidad salvo lo apuntado pocas cosas hay de mención en lo que aquí ocurre, como una manifestación de los agricultores por el bajo precio que se paga por la fruta y poco más.
Interesa más como documental sobre la recogida de la fruta que no tiene nada de extraordinario por parte de toda la familia y algunos trabajadores contratados, que como una producción con argumento.
En cuanto a la interpretación nada se le puede exigir a esta familia que se ha prestado a dejarse fotografiar en sus quehaceres cotidianos que lo hace con naturalidad, tanto los adultos como los pequeños con sus juegos.
Resulta excesiva, como va siendo habitual, su duración para una historia que resulta bastante plana en su devenir sin que haya ningún momento dramático que eleve el interés de esta historia, que nos lleva a hacernos la pregunta de qué será de la Humanidad el día que el campo sea abandonado y deje de dar sus frutos.
Oso de oro en el Festival de cine de Berlín a la mejor película.
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