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CRITICA
Por: PACO CASADO
Tomados apenas en consideración en su tiempo, aceptados como simples humoristas tendentes a la astracanada, la cotización crítica de los Hermanos Marx fue subiendo hasta que en los años sesenta se les consideró como los cómicos más originales y subversivos del cine de humor.
Su comicidad se basa grandemente en un delirante juego verbal, con dimensiones surrealista de las situaciones, siendo tal vez Groucho el que logra más altas cotas de eficacia e impacto.
El problema de los hermanos Marx fue no tener casi nunca un director inteligente que los dirigiera y el coincidir con los inicios del cine sonoro que les obligaba a introducir canciones y números musicales en sus películas, aunque en ésta hay menos canciones que en otras.
Al circo del joven Jeff Wilson le quedan ya muy pocas horas para pasar a manos de un tal Carter, un astuto usurero al que Jeff le debe diez mil dólares.
Tony Farrelli y Punchy, compañeros en las humildes tareas de la pista, conocen a un abogado apodado Triquiñuelas, famoso por sus disparates y por sus insólitos aciertos.
El abogado no sólo consigue que el circo se salve, sino ¡más difícil todavía! que sea un descomunal orangután el que billetes en mano, cancele la deuda.
De esta manera este abogado tramposo y dos incompetentes salvan el circo de la bancarrota.
El humor absurdo y anárquico de los célebres hermanos Marx se expande de un modo regular a lo largo de la película, que posee escenas dignas del mejor profesional del viejo Hollywood.
Entre los momentos culminantes de este film destacan los de Groucho cantando sobre Lidia la dama tatuada, las secuencias de seducción y la reunión de la alta sociedad.
Los hermanos Marx hicieron siempre un tipo de comicidad nueva, con la personalidad de cada uno y complementándose entre sí.
La gracia chispeante de Harpo, las tonterías absurdas de Chico y la inteligencia y picardía de Gorucho, unidas todas estas característica son como casi un resumen de toda la comicidad que se ha hado en la pantalla.
'Una tarde en el circo' (1939) en una cinta notable, máxime si se considera que fue hecha en 1939 y desde ese tiempo aquí el cine ha cambiado mucho.
Dirigida por el oscuro Edward Buzzell, la personalidad de los geniales cómicos se impone en un marco tan propicio como el circo, en el que su humor se potencia a través de escenas formidables, en las que Groucho sobresale una vez más.
Tal vez algunos chistes estén pasados de moda, o determinadas situaciones las hemos visto copiadas por cómicos posteriores pero a pesar de todo se conserva fresca y lozana como el día de su estreno.
La diversión está asegurada con los nunca superados hermanos Marx.
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