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CRITICA
Por: PACO CASADO
Uno de los cines más politizados del mundo fue el que comenzaron haciendo los directores ingleses del Free Cinema.
Tony Richardson estaba preocupado por la temática social y política.
En esta película, al margen de la serie de alusiones directas que contiene el diálogo en ocasiones, el tono general del film es el de una aproximación política a un problema de fondo netamente ideológico como el colaboracionismo.
Richardson plantea el caso de la posible colaboración de un joven en un reformatorio para delincuentes con los dirigentes del centro.
Si colabora con ellos todo será más fácil y no habrá nada malo en sí.
Pero la respuesta de Richardson es clara: toda contaminación de la oposición con el poder significará la contaminación ya de tipo moral, y la destrucción de la sinceridad.
Su cinta es un alegato a la dignidad de la persona a través de un joven de la Inglaterra proletaria que nada sabe de Parlamentos y grandezas, pero sí de salarios bajos y capitalismo opresor. Cine político hecho con lucidez y con una buena estética.
Aquí se unen ambas cosas y el resultado es una espléndida película, con una narración eficaz, unos actores jóvenes pero bien formados, y una intencionalidad ideológica positiva.
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