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CRITICA
Por: PACO CASADO
Ciertamente ocurre que a veces la mano de un productor acierta y logra que se produzca el milagro.
Decimos esto porque de la primera parte de 'La historia interminable' (1984) a este segundo capítulo, tan sólo permanece en pie el nombre del productor, Dieter Geissler, y el supervisor de los efectos especiales, Derek Meddings, así como algunos de los decorados.
Todo lo demás, comenzando por el guionista, siguiendo por los actores, el realizador, el músico o el director de fotografía, han cambiado todos con respecto a la primera entrega, y sin embargo da la sensación de ser una continuación perfecta con respecto a la anterior.
Sin embargo ha pasado una media docena de años y se nos han difuminado algunos rostros de los protagonistas, aunque otros permanecen en nuestra memoria, como los de Comerrocas, el gigante de piedra, Tres caras, así como algunos personajes más.
Por otra parte había que aprovechar los caros decorados que le convirtieron en una de las películas más costosas de la historia del cine alemán en su primera parte, aunque ciertamente también fue muy rentable.
En este nuevo capítulo el joven Bastian, esta vez interpretado por Jonathan Brandis que reemplaza a Barret Olivier, se siente dejado del cariño de su padre que permanece algo distante y tiene problemas en el colegio, por lo que vuelve a buscar refugio a través de un portal que reside en el libro La historia interminable, tras la llamada de la Emperatriz infantil, para que vuelva a poner orden en el mundo de la Fantasía, ante la amenaza de la hechicera Xayide, que trata de reducirlo todo a la nada.
Bastian acudirá una vez más allí, donde volverá a encontrase con su amigo Atreyu, el guerrero de las grandes llanuras, Falkor, el sabio y peludo perro volador, o Comerrocas, así como otros nuevos amigos.
El film deja de tener el sello de un realizador alemán como Wolfgang Petersen, que llevó a cabo la primera parte, para tener el aire de un cine más dinámico como el del australiano George Miller, director al que se le deben por ejemplo títulos como 'El hombre de Río Nevado' (1982), el largometraje con el que debutó en el cine, que tenía un aire totalmente americano, así como 'El aviador' (1985), 'Salvador del mundo' (1987) o 'Fuego bajo la luna' (1987) como más recientes, con lo que esta nueva parte gana en agilidad narrativa y evita las reiteraciones de la primera.
Tiene un colorido de fotografía muy bien empastado, una banda sonora musical que cumple con las necesidades que se requerían, aunque no sea tan inspirada como la de Giorgio Moroder para la anterior, de la que continúa utilizándose en los créditos de inicio la canción original, mientras que los actores cumplen con sus cometidos.
En el aspecto de guion se combina bien el juego de la fantasía con la realidad representada en el padre que, ansioso por saber de su hijo, lee la historia y trata de encontrarlo nuevamente en el mundo actual.
Premio especial en los Bavarian films. Pantalla de oro en los premio del cine alemán.
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