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CRITICA
Por: PACO CASADO
Como "Ave Fenix" que renace de sus cenizas, el "western" se resiste a morir y, de vez en cuando, en esta etapa de franco declive que atraviesa la cinematografía mundial, aparecen títulos más o menos logrados, de autores noveles o consagrados, que hacen reverdecer viejos tiempos.
"Tom Horn" supone el regreso al "western" de Steve McQueen, que, además de interpretar el papel estelar, es productor ejecutivo del film. McQueen encarna a un verdadero mito viviente del antiguo oeste, famoso rastreador de indios, que, tras ser contratado por una pequeña comunidad de Qyoming para ahuyentar a los ladrones de ganado, cae víctima de una sucia trampa, pagando por un asesinato que no ha cometido.
Al igual que otros títulos recientes del género (desde "Missouri" de Arthur Penn a "Llega un jinete libre y salvaje" de Alan J. Pakula), la cinta de William Wiard presenta cierta innovación temática, con un tono cotidiano y desemitificador, y con una clara denuncia de esa sociedad que traiciona al pistolero inmisericorde.
Junto a ello, sin embargo, existe una cierta nostalgia y un evidente ensalzamiento de este hombre, prototipo del aventurero, de una clase que se extingue con la civilización.
La cinta posee así dos partes claramente diferenciadas. Una primera, de breves apuntes, donde predominan el hombre y el paisaje, elemento fundamental éste último dado el carácter itinerante de su vida; y una segunda, centrada en las vicisitudes de ete otro "jinete libre", maniatado y encarcelado, abandonado por todos, así como en los detalles de su proceso judicial.
Pese a tomar partido claramente en favor del héroe, tanto los guionistas como el desconocido director consiguen mantener un notable equilibrio, dotándola de veracidad, lo qu eno impide que a veces caigan en algunas ingenuidades o sentimentalismos.
Así pues, sin aportar nada esencial (hay escenas con claros precedentes, desde "Junior Bonner" hasta "La balada de Cable Hogue"), "Tom Horn supone un acercamiento válido a la figura de este personaje real, y una acertada incursión en el género.
A destacar la labor de John Alonzo, que dota al film de una plástica portentosa, casi rozando el esteticismo, así como el trabajo extraordinariamente sobre de Steve McQueen, bien secundado por algunos viejos conocidos del "western", o el buen trabajo musical de Ernest Gold.
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