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CRITICA
Por: PACO CASADO
Lleva bastantes años José Luis Dibildos siendo uno de los pocos productores españoles que está imprimiendo un aire personal a sus películas.
Ha implantado un género de comedia basándose en los actores más taquilleros, con argumentos simpáticos y fáciles para el espectador de los que con frecuencia él mismo participa como guionista o aportando la idea original, en definitiva, sabiendo encauzar su producción.
Esto no quiere decir que defendamos ese cine comercial a ultranza, pero al menos es un hombre que sabe buscar nuevas fórmulas de mercados.
Algunos actores son muy asiduos figurando en los repartos de sus comedias.
Agotado el filón encontrado en la pareja compuesta por Fernando Fernán Gómez y Analía Gadé, ahora utiliza con igual éxito a otros actores como son los casos de Concha Velasco, Gracita Morales, José Luis López Vázquez, Manolo Gómez Bur, entre otros.
Varios de algunos de los citados, los podemos ver en esta nueva comedia.
En una urbanización cercana a la ciudad de Madrid, habitada principalmente por ciudadanos norteamericanos, uno de los chales en el que vive el matrimonio de los Stevens, está servido por dos chicas extremeñas, Juana y Francisca, cuyos novios, Antonio es huevero y Lorenzo transportista con motocarro propio, tienen un sentido muy peculiar y particular de lo que son las relaciones.
Pero también andan detrás de ellas dos pretendientes americanos, destinados en la base americana de Torrejón de Ardoz, que son muy amigos de sus señores, que están muy aferrados a su manera de actuar en la vida y de su forma de pensar.
Usando en este caso una comedia escrita por el prolífico Alfonso Paso, tópica y facilona, José Luis Dibildos construye un guion lleno de chistes verbales y algunos efectos de una más auténtica comicidad.
La idea básica es bastante falsa, con la presentación de unos americanos completamente tontos y unos españoles demasiado vivales, por no decir ladrones.
Es un tratamiento muy superficial del tema de los yanquis afincados en España en otra época y un tratamiento repetido del servicio doméstico.
El film funciona a ratos, en unos momentos distrae, mientras que en otros cansa.
Queda no obstante un aire frívolo y ligero, muy de comedia, con un afán moralizador y resabios patrioteros que aquí no vienen al caso.
La interpretación sirve al tono general de la cinta, así como la música pegadiza compuesta por Antón García Abril y la brillante fotografía del veterano Cecilio Paniagua.
En definitiva, una endeble comedia española.
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