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CRITICA
Por: PACO CASADO
No es frecuente encontrarse con una película que plantea un tema interesante, como es el problema de conciencia en que se ve inmerso Martin Fallon, un asesino activista del I.R.A. en Irlanda que, tras ejecutar un asesinato, comete un error en una de sus actuaciones, al ser visto por un sacerdote católico y se plantea su retirada.
Martin establece un vínculo con Michael da Costa, el cura, y Anna, su sobrina, pero su pasado y sus antiguos jefes ponen en peligro sus vidas.
Pero arrastrado por la propia violencia en que se ve inmerso le hace cometer un nuevo crimen, que es contemplado por un sacerdote con el que posteriormente se confiesa para que de esa manera sellar sus labios para siempre mediante el secreto de confesión.
Por medio hay otros temas como el de un gángster que posee como tapadera una funeraria, la sobrina ciega del sacerdote que se enamora del protagonista, los compañeros de la guerrilla que pretenden eliminarlo, etc.
La película tiene un esquema de los que no se llevan, pero logra entretener al espectador con estas escenas dramáticas y con los problemas de conciencia del terrorista.
Se plantea así un doble dilema, el del protagonista y el del sacerdote, complicado además con una guerra entre gángsteres y con el amor del personaje central con una sobrina del cura que además es ciega.
El film está llevado a buen ritmo, con pulso firme por Mike Hodges, guionista de Flash Gordon (1980), que se encarga de la dirección de lo que ya tiene una cierta experiencia.
Cuenta con un buen plantel de actores encabezado por Mike Rourke, actor que está muy de moda, que se va asentando poco a poco, que quiso encarnar este papel por su afinidad ideológica con el protagonista.
Se encuentra muy bien arropado por el buen trabajo de Bob Hoskins, que acababa de hacer un excelente papel en Mona Lisa (1986), y Alan Bates, uno de los actores que más contaron en otro tiempo en el cine inglés, así como el debut cinematográfico de Sammi Davis en el personaje de la joven ciega enamorada del terrorista.
Un guion bastante equilibrado en sus perfiles dramáticos y una notable partitura de Bill Conti redondean los valores de esta aceptable cinta.
Premio Jupiter para Mike Rourke.
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