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CRITICA
Por: PACO CASADO
Quién no ha soñado alguna vez con tener dinero para gastar sin medida. En el cine se ha dado en bastantes ocasiones.
Ahí están algunos ilustres precedentes como 'El millonario' (1954), 'El gran despilfarro' (1985) o 'La gran vida' (2000).
En este caso el dinero resulta liberador para un pobre hombre, Aldo, un gris empleado que se lleva mal con su mujer y que está amenazado de ser pasto de la reestructuración de su empresa de productos de belleza, ahora dirigida por un antiguo amigo suyo que para colmo se ha enamorado de su esposa.
Las desgracias nunca vienen solas, pero en este caso la compañía es más agradable ya que un golpe de suerte dentro de su infortunio hace que le toquen diez millones de euros en la bonoloto.
Lejos de tirar la casa por la ventana y celebrarlo a lo grande decide no hacerlo público para no tener que repartir su fortuna de bienes gananciales con su esposa en trámite de divorcio.
Entre tanto llevará una doble vida y aguantará la infidelidad de su mujer con resignación, consolado con una doble vida como millonario aparentando ser pobre.
Los guionistas de 'La verdad si yo miento' (1997), de Thomas Gilou, debutan en la dirección al tiempo que son autores del guion que en su último tercio en lugar del camino más ácido acaba yendo por los derroteros más dulces y ternuristas.
Una dirección más experta hubiera sacado más partido a esta sencilla y humilde comedia, sin mucho presupuesto que no obstante divierte, con un eficaz Jean-Pierre Darroussin como protagonista y una agradable Valeria Bruno Tedeschi dándole la réplica.
Premio del público en el Festival Cinemanía.
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