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CRITICA
Por: PACO CASADO
En la nueva entrega de esta franquicia, los cuatro supervivientes de la última masacre habida en Woodsboro, abandonan su ciudad natal para comenzar una nueva vida en Nueva York, formando una pequeña familia que llaman Los cuatro protas; Sam y Tara Carter, y Chand y Mindy Meeks-Martin.
Hasta allí se marchan para continuar con sus estudios sobre cine entre ellos Sam Carpenter, la hija ilegítima de Billy Loomis, el primer asesino que se puso la máscara de Ghostface, junto con su hermanastra Tara, que pronto descubren que siguen siendo perseguidas por el fantasma de la triste careta y que no hay manera de ocultarse en Nueva York, una ciudad con varios millones de habitantes.
La primera en caer, nada más empezar la proyección, es la profesora y lo hace de manera espectacular y no menos violenta y sangrienta, apuñalada con sádica energía por Ghostface.
Esto hace que la venta de máscaras haya aumentado y al estar en fechas de Halloween, ampara el que haya más posibles asesinos sueltos.
No será éste el único crimen, ni las situaciones en las que aparece el sádico asesino que seguirá persiguiendo a las apuradas hermanas que amenazan con marcharse de Nueva York ante la insistente persecución; entre tanto incluso se sospecha que ella pueda ser el enmascarado Ghostface.
Otros personajes están siendo asesinados mientras que algunos también entran en el capítulo de los sospechosos hasta que se recurre al agente de policía Biley que es padre de uno de ellos.
Entre tanto se ha creado una especie de museo, en un cine abandonado, con todos los elementos de las distintas anteriores películas que contribuyendo a formar parte del argumento de las mismas, el cual puede ser una especie de trampa sin salida, una vez que se penetra en él.
El guion de James Vanderbilt y Guy Busick, que oculta de principio la relación familiar existente entre algunos personajes, o de dar pistas falsas sobre otros, no hace más que crear situaciones absurdas, en las que los personajes, tras ser apuñalados se reponen rápidamente, como si no hubieran sufrido ningún ataque, ya que a veces se contradicen a sí mismas al situar al asesino en varios lugares a la vez, hasta que al final se saca la solución de la manga y siendo, como siempre suele ocurrir, el que menos se le espera.
Esta nueva entrega, de la que han transcurrido 27 años, es más sangrienta que las anteriores, además de la más larga, y con un mayor número de asesinatos, lo que aumenta la tensión.
Seis capítulos de una misma franquicia, iniciada en 1996, que ya venía de estar agotada desde poco menos que casi su creación, son demasiados, no obstante siempre hay un nuevo público joven que es aficionado al género y que a buen seguro será uno de los estrenos más comerciales de la semana.
El protagonismo lo vuelven a tener los cuatro actores, Melissa Barrera, Jenna Ortega, Jasmin Savoy Brown y Mason Gooding, de la entrega anterior encarnando a sus personajes que vuelven a estar en peligro de ser asesinados en cualquier momento.
En cuanto a la dirección continúa la pareja de directores Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett, que ya se encargaron del capítulo anterior a la muerte de Wes Craven y que siguen en este en la misma línea.
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