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CRITICA
Por: PACO CASADO
Para un director que empieza a dirigir en solitario en el largometraje, como Eduardo Campoy, ya que anteriormente únicamente había hecho cortos y codirigido con José Luis Pacheco 'Copia cero' (1981), meterse en una película de género y con un plantel de actores de primera fila del cine español, no debe haber sido nada fácil.
Es más, diríamos que es un desafío muy fuerte para demostrar su capacidad y valía en este terreno y a decir verdad, ha salido bastante airoso en tan difícil prueba.
La acción de esta historia se sitúa en el otoño madrileño.
A Javier Artabe, teniente de navío de la Armada española adscrito al Servicio de Inteligencia, se le encarga, junto con su compañero Carlos Escorial, la misión de comprobar la procedencia de los ingresos extras del vicealmirante Valenzuela, destinado en la Escuela del Alto Estado Mayor.
Lo que parece ser una investigación rutinaria y simplemente burocrática, se convierte en una historia de espionaje militar e industrial, ya que Valenzuela está pasando documentos secretos del proyecto Albatros a una empresa anglosajona de la competencia.
El oficial es descubierto cuando estaba a punto de pasar unos planos de un moderno hidroavión.
Su suicidio dificulta la investigación que llevan a cabo dos jóvenes tenientes.
Uno de ellos muere asesinado ante los ojos de Gloria, una guapa locutora de radio.
Sin embargo no podrá aportar ningún testimonio válido porque tiene un defecto que se lo impide.
Afortunadamente, el criminal no lo sabe e intentará también acabar con ella.
Esa es la única esperanza que tiene la policía de poder atraparlo.
El film tiene un cierto aire policiaco, pero lo ambienta en los Servicios Secretos de la Marina Española, donde se sospecha de los ingresos de uno de sus miembros, lo que provoca esa investigación que da como consecuencias un crimen, presenciado por esa chica, la cual se presta a poder descubrir al asesino.
La cinta tiene un guion bastante bien construido que juega con el móvil de la testigo del crimen y sus condiciones físicas mermadas, cosa que el espectador sabe de antemano, pero no el asesino.
Con esta sólida base juega Eduardo Campoy a la hora de la puesta en escena, aunque al comienzo parece un poco titubeante y llevada a cabo con poca prisa, aunque después se va serenando conforme pasan los minutos, con una buena ambientación y localización, tanto de interiores como de exteriores, con un Madrid en el que se huye de los tópicos dándole un aire de ciudad cosmopolita que parece americana, así como en las oficinas y en otros decorados.
Una buena baza a tener en cuenta está también en el buen reparto de actores, con Victoria Abril, Imanol Arias y Juan Echanove a la cabeza como igualmente los secundarios en sus breves intervenciones.
Nominados al Goya, Imanol Arias Juan Echanove y el guion.
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