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CRITICA
Por: PACO CASADO
La historia siempre ha sido una buena fuente de inspiración para el cine, aunque como en esta ocasión, no se sigan muy fielmente los caminos de la realidad histórica, sino que por el contrario se novelizan o dramatizan los hechos para sacarles más partido escénico en su día y cinematográfico ahora al ser trasladada a la gran pantalla la obra teatral de Ruth Wolff que ella misma se ha encargado de transformarla en un guion.
En el año 1654, la reina Cristina de Suecia, convertida al catolicismo, abdica en su primo Charles y emprende el camino hacia Roma con el propósito de ser acogida por el Papa.
El Colegio cardenalicio que no está muy convencido de la sinceridad de esta conversión, y encarga al cardenal Azzolino que investigue los verdaderos motivos de tan espectacular decisión que ha conmovido a Europa.
El cardenal somete a Cristina a un verdadero interrogatorio, en el que la vida de ésta va surgiendo a retazos.
Se da la circunstancia de que hace bastantes años Rouben Mamoulian llevó al cine la escandalosa vida de ésta en La reina Cristina de Suecia (1933), protagonizada por la actriz sueca Greta Garbo.
Ahora Anthony Harvey hace lo propio y vuelve a tocar otro aspecto del tema con una intérprete de la misma nacionalidad: Liv Ullman, dos monstruos de la actuación fílmica.
Pero entre ambas producciones hay una gran diferencia.
Mientras que en la versión norteamericana se trataba la vida de la reina Cristina de Suecia, una mujer que tras llevar una vida escandalosa, fue a refugiarse al Vaticano, ésta se centra más en la abdicación y conversión al catolicismo, elucubrándose con la historia a través de este relato teatral y modificándose en parte la verdad histórica.
Aquí se prolonga la espera a ser recibida por el Papa y mientras tanto se le encarga al cardenal Azzolino investigar las motivaciones, si realmente son verdaderas las intenciones que le hayan impulsado a esa repentina conversión al catolicismo o si se trata de una estratagema política lo que en sus continuas relaciones llegan a poner a ambos en una situación límite.
Ello da pie para hacer un análisis en profundidad de la psicología del personaje histórico, al tiempo que da lugar para lograr una notable interpretación de Liv Ullman con una buena respuesta por su lado de Peter Finch.
No obstante el origen teatral de la pieza no ha podido ser evitado por el realizador Anthony Harvey, que ya cayó en el mismo defecto cuando llevó a cabo 'El león en invierno' (1968), por mucho que utilice los flash backs para ir dándonos el pasado de la reina Cristina.
Lo único que consigue con ello es sacar del letargo al espectador que se ve sumido en largas parrafadas de diálogos en un análisis casi freudiano de los distintos personajes.
La película posee una buena fotografía de Geoffrey Unswoorth que resalta la fastuosidad de los decorados vaticanos, la grandiosidad y ampulosidad de determinadas escenas y una notable música de la composición de Nino Rota que ilustra perfectamente la solemnidad de las imágenes, aunque en conjunto no logra elevar la categoría artística del film.
A destacar también la labor interpretativa que realiza la pareja compuesta por Liv Ullman, sobre todo, y Peter Finch que le da la respuesta, ya que la portentosa sueca impone su personalidad y su calidad como actriz, como ya también lo hizo en la versión de Rouben Mamoulian la otra compatriota suya, Greta Garbo, en una versión muy distinta y distante de esta.
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