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CRITICA
Por: PACO CASADO
En el cine español hay varios nombres de guionistas en estos momentos que están bastante cotizados, y uno de ellos es el de Juan José Alonso Millán, un autor que ha tenido éxito con algunas de sus obras de teatro, más o menos inteligentes, descubrió que también existe el cine y se puso a trabajar para este nuevo medio.
Lo que no parece que haya acabado de descubrir es que entre hacer un guion para el cine y el libreto de una obra de teatro hay algunas diferencias y sus argumentos se parecen demasiado a los esquemas de sus obras escénicas y así resultan sus películas demasiado teatrales.
Se pasó Juan José Alonso Millán, del teatro al cine, un buen día en que sus comedias tuvieron éxito en las tablas y él mismo se decidió a convertirlas en guiones cinematográficos para ser trasladadas a la pantalla.
Ahora ya incluso escribe directamente para el cine por encargo, sin que tengan que pasar antes por la prueba de fuego de los escenarios.
Tal vez por ello sus films resultan casi siempre bastante escénicos, moviéndose en ambientes muy reducidos, pocos escenarios y casi siempre encerrados en las cuatro paredes de una habitación, por lo que en este sentido resultan muy baratos de rodar.
Sus mordientes diálogos están metidos en esta ocasión en una cierta crítica de la alta sociedad financiera, de esas que muchas veces hacen las empresas sin un duro, montando extraordinarios capitales con el dinero de los demás y con la habilidad, astucia y picardía, de uno que al final, si las cosas salen medio bien, es el único beneficiado.
Julián Yagüe es un hombre de negocios que cuenta con la colaboración de su amante y varias atractivas chicas de alterne que ofrece a sus futuros clientes, películas porno, incluso algún striptease para llevar a buen puerto sus asuntos.
Cuando Verónica, su esposa, se entera de la existencia de la amante, provoca un accidente que mantendrá al marido ingresado en una clínica varios meses, pasando ella a ser la directora de la empresa y empleando los mismos métodos que su esposo para atraer a los clientes.
Por ello a nuestro protagonista no le ruedan tan bien del todo, ya que su mujer descubre el truco y comienza a actuar por su cuenta desmontando todo el tinglado en su propio provecho, lo que sirve para castigar a tan redomado pillo que al final lo pagará caro y con su misma moneda.
El argumento no deja de tener un tono irónico y de crítica de ese sector de la sociedad de las altas finanzas y grandes negocios.
La comedia no ofrece nada nuevo, aunque se presta al juego del cine actual de situaciones pícaras, destapes femeninos y otras cuestiones que alegran la vista y vacían los sentidos.
Todo el esfuerzo de Ramón Fernández no sirve de nada ante la tópica interpretación de Arturo Fernández, que da bien el tipo, pero está demasiado gesticulante.
Elegante resulta la presencia de Analía Gadé y adaptados a sus respectivos papeles el resto del reparto.
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