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CRITICA
Por: PACO CASADO
Decía don Antonio Machado que "se hace camino al andar".
En el caso de Carlos Saura su camino estuvo marcado por la censura que, aparte de su carácter, lo convirtió en un cineasta reconcentrado en sí mismo y tal vez por eso sus mejores obras las hiciera en la época franquista, cuando se tenía que superar para burlar la censura y hacer títulos íntimos.
Cuando se sale de sus esquemas y hace producciones más espectaculares como 'Antonieta' (1982) o 'El Dorado' (1988), no es el mismo autor.
Tras 'El Dorado' (1988), Carlos Saura vuelve al cine intimista con la vida de San Juan de la Cruz que tanto deseaba hacer desde hacía mucho tiempo.
En diciembre de 1577, Fray Juan de la Cruz, rebelde del carmelo tradicional, los "calzados", es sometido durante meses y meses a la "obediencia" carcelaria de los que hasta ahora han sido hermanos de religión, cuando él aún se llamaba Juan de Santo Matia.
Ha conocido en Medina del Campo a Teresa de Jesús y se ha unido a su reforma.
Durante aquellos meses de encierro el ahora nombrado Juan de la Cruz escribe La noche oscura del alma, una de las obras cumbres de la poesía española.
Para ello elige el año de su reclusión en el convento de los Carmelitas de Toledo, cuando para que adjurase de sus ideas, es internado en una celda por el prior.
Carlos Saura nos muestra un fray Juan humano, ascético, poético, sometido a tentaciones, sacrificado y conforme con su destino, en comunicación siempre con Dios.
Fue entonces cuando escribió los textos de Cántico espiritual y La noche oscura del alma, en este último es el que se basa esta historia.
La película se reduce a los interiores del convento, con breves salidas, y al interior del personaje, humano, místico, inflexible, humilde, con sus reflexiones y convicciones, llegando a su alma a base de primeros planos y suprimiendo casi toda acción de exteriores.
Es entonces cuando el director da la oportunidad de su vida al actor andaluz Juan Diego, de expresar lo mejor de sí mismo metiéndose en la piel del personaje, tanto espiritualmente como corporalmente en el que es posiblemente el mejor trabajo de su carrera, cargando con la responsabilidad total de este film, logrando expresar plenamente lo que el director le exige y al mismo tiempo sintiendo un gran respeto por su figura..
El actor respeta la figura tanto como el director, poniendo en imágenes las tentaciones con elegancia y buen gusto, ayudado por la fotografía de Teo Escamilla, que le saca un gran partido a su labor.
En definitiva una cinta que está medida, equilibrada, llena de matices y de una gran sobriedad.
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