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CRITICA
Por: PACO CASADO
El mito del hombre lobo se ha llevado a la pantalla en multitud de ocasiones dentro del género del cine de terror.
Numerosos actores lo incorporaron y algunos hasta se hicieron famosos como característicos de este personaje, como fue el caso de Lon Chaney.
Ahora el cine norteamericano vuelve a tocar una vez más el tema aunque a decir verdad lo hace de una manera diferente.
La historia que sirve de base para ello es la de Will Randall, un ejecutivo de una empresa editora de libros de Nueva York que, conduce por una carretera nevada, de noche, y con luna llena, y atropella con su coche a un animal.
Al bajarse comprueba que se trata de un lobo que, al ir a cuidarlo, le muerde en una mano.
En un principio no le da mucha importancia, pero días después Will comienza a notar extrañas transformaciones en su cuerpo y su carácter va evolucionando de alguna manera de forma casi imperceptible.
Se le acentúan los sentidos y en una transformación posterior le sale pelo en la herida, en el rostro y su agilidad se convierte en felina y su olfato se ha vuelto extraordinario, se acentúa su apetito sexual, puede leer sin necesidad de usar las gafas y los caballos se asustan al tenerlo cerca, por lo que teme ser un hombre lobo..
Tras esas noches de pesadilla a la mañana siguiente nada queda en su memoria.
Decíamos que posiblemente esta sea una versión nueva y diferente en cuanto a que no sigue las normas habituales del género, que tan sólo asoman en la última media hora del film.
Pero lo apuntábamos también porque nos da la impresión de que Mike Nichols lo que ha querido darnos, es una parábola del mundo moderno, en el que el ser humano necesita ser una especie de hombre lobo para sobrevivir, queriendo llegar siempre más alto, marcando su territorio como hacen los animales, y apunta en la película, conquistar cada día algo más y al mismo tiempo no ser atacado ni desbancado del sitio que le corresponde.
Así evoluciona la historia de Will, que es agredido por uno de sus empleados, un subordinado y protegido, que quiere ocupar su puesto y medra hasta que lo consigue.
La reacción es inmediata y pronto se pondrá al contraataque.
En este sentido la cinta se ocupa de ello en los dos tercios iniciales y concede a la galería de espectadores, lo que posiblemente vaya buscando la mayoría, la última parte más dedicada a la acción y dentro del género de terror.
Si bien al público sea esta etapa última la que más le guste, por aquello de los efectos especiales y lo consabido del género, nosotros nos quedamos con la evolución que los personajes van sufriendo paulatinamente en los dos tercios primeros.
A Jack Nicholson no le hace mucha falta el maquillaje para dar perfectamente la evolución del personaje, interpretando a un hombre lobo más comedido de lo que podía esperarse de él, un actor tan histriónico y dado a pasarse.
Más ridículo resulta el maquillaje en James Spader, aunque como actor en la primera mitad resulta muy natural y convincente como el joven acaparador, ambicioso y escalador de puestos en la empresa.
Y sutil, sin alterar en absoluto, la frágil belleza de Michelle Pfeiffer.
Esta versión está más en la línea de un tratamiento moderno del tema de 'Un hombre lobo americano en Londres' (1981) que hacía John Landis, pero sin abusar de los efectos especiales ni del maquillaje como ocurría en aquel film.
Un guion que resulta interesante por el nuevo tratamiento dado al tema y una aceptable película de Mike Nichols con el atractivo de sus principales actores de la cabecera de cartel.
La música de Ennio Morricone pasa esta vez desapercibida, como los buenos árbitros de fútbol.
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