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CRITICA
Por: PACO CASADO
Desde que dejó su ocupación como agente a sueldo del Gobierno,
Robert McCall ha tratado de reconciliarse con las cosas horribles que ha ocasionado a lo largo de su vida en el pasado... de esa manera encuentra consuelo en convertirse en una especie de justiciero en defensa los oprimidos.
En ese sentido llega a la costa analfitana en Italia en busca de un lugar para pasar su retiro y pronto se encuentra apresado por un grupo de gángsteres que tratan de matarlo por haber descubierto un tráfico de vino de marca en una región productora de vino lo que no tiene sentido y lo denuncia a la CIA.
Pero al ser herido de un balazo en la espalda es recogido por un médico al encontrar su coche parado en la carretera, que lo lleva a su domicilio, lo cura en lugar de llevarlo al hospital o denunciarlo a la policía.
Así McCall descubre que sus amigos, gentes amables, de buen corazón, con las que cada día pasea por sus calles y toma el té en su bar favorito, están bajo el control de la mafia italiana y que agradecido a la acogida que ha recibido por los habitantes del pueblo, tiene la necesidad de convertirse en su protector y defenderlos librándolos de ese yugo que es la mafia.
Estamos ante la tercera entre de esta saga de películas basada a su vez en la serie de televisión de igual título de la década de los años ochenta, protagonizada por Edward Woodward encarnando el personaje de Robert McCall creada por Richard Lindheim y Michael Sloan que, como todas las entregas anteriores ha sido dirigida también en esta ocasión por Antoine Fuqua.
El guion se inicia con esa primera escena de acción y posteriormente se estanca, recogiendo toda la parte de la recuperación de McCall hasta que él de forma anónima le entrega el caso a la CIA.
Continua con una nueva pausa y entramos en el caso de la mafia para terminar en los metros finales es una constante violencia justiciera con escenas bastante fuertes en este aspecto.
Posiblemente esta tercera entrega, que parece tener visos de ser la última, poco tiene de diferente en los que se refiere al personaje central, aunque sí difiere en cuanto a la belleza del paisaje y del tema que trata en esta ocasión.
Denzel Washington tiene su papel aprendido de los capítulos anteriores, con menos acción esta vez, y se reencuentra aquí, tras haber actuado juntos en 'El fuego de la venganza' (Man on fire) (2004) con la joven Dakota Fanning en el breve papel de agente de la CIA y con Antoine Fuqua en la dirección, que es la quinta vez que colaboran juntos en un film, en el que vuelve a imponer su estilo en esta producciones de acción en las que es un auténtico especialista.
La partitura musical de Marcelo Zarvos pone algo de tensión a las escenas de acción.
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