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CRITICA
Por: PACO CASADO
Los diez años transcurridos desde 'El espíritu de la colmena' (1973), incrementa el deseo de una nueva película de Víctor Erice.
Ese tiempo ha servido para que madurara otra obra interesante, aunque inacabada como 'El sur' (1983).
El Festival de cine de Cannes supo esperar para incluirla en su programación, aunque cometiera la torpeza de no darle el premio que merecía.
Agustín Arenas es un hombre del sur, aunque nada lo delata, lo dicen sus papeles de identidad.
Casado y con una hija, Estrella, una niña aún, ha dado los suficientes tumbos para dedicarse a echar raíces en una ciudad norteña donde ha sacado la plaza de médico titular.
A partir de ahora todos sus actos van a ser observados por Estrella que intentará reconstruir a través de ellos la historia interior de su progenitor.
Se basa en un relato de su mujer, Adelaida García Morales que nos cuenta una historia situada en los años 50,en la que un médico y zahorí ha tenido que emigrar al norte con su esposa y su hija.
Sus ideas chocaban con las de su padre y allí deja abandonado un secreto que su hija irá descubriendo poco a poco para ir comprendiéndolo mejor.
El sur será para ella como ese paraíso perdido, como la tierra prometida en la que por fin poder llegar y comprenderlo todo, pero ese sur no llegará nunca.
El interrumpido rodaje que había de hacerse en Carmona, deja de momento inacabada esta sinfonía de poesía, de sombras y penumbras a la que le falta la luz de nuestra tierra.
Estrella, la hija, vivirá para ir conociendo a su padre, para ir comprendiéndolo, para sintonizar con su silencio y la soledad de su propia mente, rebuscando entre sus cosas.
Él, en su marcha definitiva, le dejará el péndulo mágico con el que poder mitigar su dolor y rellenar su fantasía.
Víctor Erice va desgranando este bello poema de imágenes en el que la voz en off de una Estrella madura nos cuenta algunas cosas de poder ver en la pantalla rellenando huecos para el espectador.
La bellas imágenes de José Luis Alcaine como simbólico despertar de la niña a un mundo que se va abriendo ante sus ojos como la luz del sol va nimbando las cosas de su habitación va a marcar ese camino de penumbra en que discurre casi todo el film, que va cerrando en negro cada una de sus etapas del comienzo de la cinta y marcando el ritmo cadencioso, lento, como el discurrir de los días grises de las tierras del norte.
El equilibrado guion, nos deja con la miel en los labios de poder contemplar algún día una segunda parte.
Erice nos cuenta de una manera singular esta historia que se sale de los trillados cauces habituales, llevando al espectador embrujado por sus imágenes sin que sepa nunca donde acabará y a donde le llevará.
No es la clásica historia de final más o menos previsto, ni fácil de contar de qué va, que tiene su atractivo y su misterio.
El director hace alarde de sus conocimientos de manejar a actores jóvenes como ya lo hizo con Ana Torrent en 'El espíritu de la colmena', como aquí lo hace con Sonsoles Aranguren como Estrella y con Icíar Bollain que hace el papel de ésta ya adolescente, en una estupenda secuencia que nos da el paso del tiempo.
Rafaela Aparicio es la chacha que casi es de la familia y el enlace con Estrella, en un personaje clave de la conexión con el sur.
Y Omero Antonutti en un hombre introspectivo en su exilio interior.
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