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CRITICA
Por: PACO CASADO
Presentada en el pasado Festival de cine de Cannes 1976, Ingmar Bergman nos vuelve a plantear de forma distinta, los temas trascendentes que siempre le han preocupado: la vida, el amor y la muerte.
En esta ocasión el gran maestro sueco ha elegido el personajes de Jenny, una doctora psiquiatra, casada, de posición acomodada, feliz, cuyo marido está ausente.
Conoce a un médico homosexual y divorciado y aflora en ella los problemas psiquiátricos que ha tratado de curar en los pacientes que acuden a su consulta y que ahora no encuentra solución para sí misma.
Plantea la película claramente dividida en dos partes.
Una primera tratada en clave realista, en la que nos va a dar a conocer a la protagonista, el ambiente en el que vive, su trabajo, amistades y personas que le rodean y cuando es necesario para que tengamos pleno conocimiento del personaje central, en este caso Jenny, y su problema.
En la segunda, tras un intento frustrado de suicidio, nos adentramos en ese cúmulo de pesadilla, de imágenes símbolo que la protagonista ha ido sufriendo a lo largo de toda su vida, reunidos casi de golpe.
El miedo a la muerte, la cuestión sexual, sus relaciones con sus padres y el fallecimiento de éstos y un largo etc. representados en todos los fantasmas que se agolpan en su cerebro martirizándola.
El gran maestro sueco trata de representar un problema que le inquietaba y que ha comprobado en algunas personas que han coincidido con su inquietud dándole forma de película, lo que tal vez no sea más que un psicoanálisis, pero expuesto en imágenes maravillosas con su habitual calidad y maestría, con ese uso magistral del primer plano, dando relieve a los ruidos hasta convertidos a veces en protagonistas, usados de forma maravillosa.
Igual ocurre en el uso del color, de ese rojo fuerte símbolo de lo desconocido.
Con una temática de pocas variantes que gira normalmente en torno a la pareja, la mujer, la soledad o las crisis emocionales, el cine de Ingmar Bergman logra la plenitud y madurez expresiva que sólo los grandes maestros consiguen, difícilmente, de vez en cuando.
A partir de los años sesenta, hacia la mitad, tiene varias películas que son prácticamente perfectas: 'Persona' (1966), 'La vergüenza' (1968), 'Pasión' (1969), 'Gritos y susurros' (1972), 'Secretos de un matrimonio' (1974) y 'Cara a cara al desnudo' (1975), que la distribuidora, para añadirle un punto de más comercialidad, le añadieron en España esa coletilla, como si se tratara de una producción pornográfica.
Aquí Ingmar Bergman da un paso adelante en su profundización estética, siguiendo con su siempre difícil cine que, sin embargo, ya es conocido y estimado por el público a nivel mundial.
El tema argumental es lineal y simple en su desarrollo elemental: una mujer madura, de carácter complejo y a la vez aniñado, sufre una grave crisis emocional y psíquica en un día veraniego.
Su marido, ausente, sus abuelos, su ocasional amigo, nada podrán hacer por ayudarla en su soledad y en sus terribles alucinaciones que se mezclan con su realidad igualmente penosa.
Centrando, una vez más, su cine en un único personaje, el director sueco mezcla un estilo realista con un fuerte sentido expresionista impregnado de hondo pesimismo.
Cine de actores por tanto, concretamente en este caso de actriz, tras seis película con Liv Ullman exactamente, y tras ser su favorita parece que la hubiera escrito para ella y para su exclusivo lucimiento personal que está realmente prodigiosa, ya que la cinta es ella en un cien por cien.
Y junto a ella, la perfección habitual de los actores suecos que la rodean, destacando un Gunnar Bjornstrand patético y desacostumbrado.
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