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CRITICA
Por: PACO CASADO
En el cine de Gerardo Herrero se dan tres circunstancias.
De los siete largometrajes que lleva realizados, cinco se basan en obras literarias; casi siempre las historias tienen lugar fuera de nuestras fronteras.
Y que casi todas son en coproducción con otros países, algunos sudamericanos, con lo que se fomenta la colaboración con aquellas cinematografías generalmente más pobres que la nuestra.
También aquí toma el apoyo de una novela, esta vez del chileno Carlos Franz, para contarnos un relato de perdedores.
Así es ese cónsul que se inventa una historia para poder mantener abierto el consulado, a quien visita su hija que hace tiempo que no ve y trastorna la aparente paz en la que vive con una guapa cabaretera que le sacó del alcoholismo.
La hija adolescente, de 19 años, una chica muy caprisosa, requiere el cariño que siempre le faltó de su padre.
Siendo una película de aventuras y en un lugar tan exótico como la amazonia peruana, casi todo la acción se desarrolla en interiores, con exceso de diálogos, que a veces nos resultan demasiado literarios y que arrastran a los actores a un entrar y salir de cuadro como si estuvieran en un escenario teatral.
En el trabajo de los mismos destacan más los hombres que las mujeres, con Federico Lupi a la cabeza seguido de Gianfranco Brero, y de ellas la más floja es Paulina Gálvez.
Tal vez se han querido meter demasiadas cosas en esta historia, que resulta algo fría, que Gerardo Herrero no ha podido dominar.
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