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CRITICA
Por: PACO CASADO
Viendo esta película y otras recientes de nacionalidad francesa, nos da la impresión de que el cine galo está volviendo a las viejas fórmulas que trató de desterrar la Nueva Ola, mediante la adaptación de obra clásicas y llevadas a cabo con un academicismo extremadamente pulcro que le hace asemejarse en cierto modo al cine británico del mismo género.
Con 'Beaumarchais, el insolente', se airea una obra de teatro inédita que escribió Sacha Guitry y que ahora Eduard Molinaro se encarga de reescribir para la pantalla, precisamente un director que estuvo muy cerca del movimiento antes mencionado.
El film nos muestra parte de la biografía, novelada por supuesto, de Pierre Augustin Caron de Beaumarchais, un curioso y multifacético personaje del siglo XVIII francés que lo mismo escribía divertimentos teatrales como El barbero de Sevilla o Las bodas de Fígaro, que arreglaba relojes, traficaba en armas, hacía de espía por orden de su rey Luis XV o creaba la Sociedad de Autores Dramáticos de Francia, al tiempo que sabía conjugar su atractivo personal para con las mujeres, ya que se casó tres veces.
La figura central del relato da mucho juego en la pantalla por las múltiples aventuras vividas, su verbo fácil, diálogos ingeniosos, réplicas brillantes, que son plasmadas sin demasiado entusiasmo, pero con corrección, como quien ilustra un dibujo dándole los colores requeridos y adecuados para que resulte lo más vistoso posible.
Se sirve Molinaro de una admirable reconstrucción histórica tanto escénica como musical y un buen trabajo de los actores entre los que figuran nuevos rostros del cine francés como el formidable Fabrice Luchini, Manuel Blanc o Sandrine Kiberlain, junto a los veteranos Michel Piccoli, Jean Claude Brialy, Jean Yanne y Michel Serrault, aunque sea en breves colaboraciones.
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