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CRITICA
Por: PACO CASADO
La novela de Martín Casariego, 'El chico que imitaba a Roberto Carlos', ha servido de base para el debut de los hermanos Saura, Carlos como director y Antonio como productor.
Han querido seguir un tema que ya había tratado su padre en 'Los golfos' (1960) y 'Deprisa Deprisa' (1981), película esta última que el director intentó continuar pero desistió al conocer esta novela.
La acción transcurre en las afueras de Madrid en un suburbio.
Milo, un chico de tan sólo trece años, admira a su hermano mayor, Luis, que pertenece a una banda de narcotraficantes que trabaja en un barrio pobre de la capital de España.
Tres chicos Luis, Santos y el Lanas, hacen una entrega de drogas, pero Santos muere.
Después de la muerte de su amigo, el otro pandillero y el propio Luis, sólo quieren salir del mundillo y tratar de hacer una vida nromal.
Luis pierde así a su mejor amigo y hermano de su novia.
Esto le hace reflexionar, tratando de cambiar y de recuperar a su novia, Sira.
El guion acumula algunos tópicos: un joven drogadicto, una chica desorientada, unos mafiosos de barrio, etc.
El film toca temas interesantes como el de una juventud marginal que difícilmente encuentra la felicidad, influida por el ambiente en que vive, de pandillas violentas y bandas mafiosas que les impulsan al crimen y a la delincuencia.
Es también el paso de la adolescencia a la madurez con los miedos y angustias que se supone se pasan en esas circunstancias.
Paralela a ésta corre otra historia, la de dos niños aficionados al graffiti que por momentos le roban el protagonismo.
La cinta adolece de la falta de experiencia de la dirección, pobre y esquemática, con escenas mal resueltas y personajes poco definidos a los que nada más pueden aportar los actores en estas circunstancias.
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