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CRITICA
Por: PACO CASADO
Los inicios de Ventura Pons en el cine fueron con el documental de un artista, un pintor, Ocaña, en el que estaba omnipresente a lo largo de toda la película.
Ahora, cuando lleva 25 años detrás de la cámara y hace su film número 15, vuelve a sus orígenes con otro artista, esta vez un cantante, en este caso ausente, Javier Patricio Pérez ╡lvarez, más conocido como Gato Pérez.
Llegó a Barcelona desde su Buenos Aires natal con 16 años, lleno de rock y los aires latinos de su tierra y quedó impresionado con los ritmos de los gitanos del barrio de Gracia, con la rumba, que fusionó con sus temas haciendo lo que se conoce como rumba catalana.
Y quedó también impresionado con la ciudad de Barcelona y con sus gentes, por eso cuando Ventura Pons, que lo conoció con motivo de hacerle la banda sonora de su cinta La rubia del Bar, se planteó hacerle un homenaje, lo hizo con sus gentes (su madre, las dos esposas Helena Manresa y Silvia Palau, sus dos hijas, Jessica y Clara Pérez, sus amigos) y los músicos que se brindaron a interpretar 15 canciones suyas.
De esta forma alterna la música con los testimonios en un esquema que se nos antoja más de formato televisivo que de una película, aunque así lo hayan hecho también grandes directores en otros films.
Hay cierta monotonía en la planificación e igualmente valentía y sinceridad en los comentarios que van perfilando el aspecto humano, vividor y creador, de este hombre que vivió intensamente y murió joven, en el año 1990 a los 40 años de edad, como él mismo había predicho.
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