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CRITICA
Por: PACO CASADO
Durante el rodaje de esta película murió su director, el húngaro afincado en España, Ladislao Vajda.
Dejó realizada una parte de la misma siendo terminada por Luis María Delgado.
Es difícil saber lo que hizo uno y otro pero de todas formas resultó ser 'La dama de Beirut' (1965) un film realmente insoportable.
En honor a la verdad hay trozos bien rodados que seguramente corresponden a lo que había filmado Ladislao Vajda, ya que tenía un mejor sentido cinematográfico que Luis María Delgado puesto que los otros son de una nulidad absoluta.
A pesar de que hubiera sido terminado por Ladislao Vajda, su importancia, conociendo el guion y lo que se había hecho, el resultado hubiera sido el mismo.
La historia que se nos cuenta es la de una banda de traficantes de mujeres que opera en Oriente Medio, que se lleva en una expedición a Beirut a Isabel, una cantante española que habiendo tenido una cuenta con la justicia, se encuentra en libertad provisional.
Los esfuerzos de ella por evitar el peligro en el que se ha visto metida, son de una hasta ingenuidad y las consecuencias que ello trae consigo constituyen el desarrollo del argumento.
Con muy poca originalidad en el guion que gira en torno al mismo tema de todas las películas anteriores de Sara Montiel, salvo en su ambientación más moderna, se ve que el film está hecho a la medida de la artista y sin otra finalidad que la de explotar su popularidad, ya en declive, y sus cualidades como cantante que, aunque con esfuerzo aún conserva.
No puede decirse lo mismo de sus condiciones dramáticas como actriz, que son más que discutible.
De todas partes surge un hálito de la arficialidad, motivado fundamentalmente por el deseo y la obligación de fotografiar desde ángulos correctos la belleza, ya decadente de la cantante Sara Montiel.
En la segunda parte los errores cinematográficos son totales. Desde un montaje absurdo hasta un olvido de tiempos y espacios, pasando por una ridiculez en la decoración de las escenas de la Televisión Francesa y el teatro Olympia parisino que se nos muestran respectivamente como una emisora y un teatrito de provincias.
El guion ya suponía una historia sentimentaloide, de novelita rosa para porteras, dedicada a un público de evidente bajo nivel cultural.
Resulta inexplicable la presencia entre los firmantes del guion, que muestra debilidad y falsedad en los personajes, de Duccio Tessari, un director italiano que ya nos había ofrecido hasta ahora varias cintas que resultaron ser interesantes con anterioridad.
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