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CRITICA
Por: PACO CASADO
En 1998, la actriz Mireia Ros debutaba como directora con 'La Moños' (1996), una historia de una mujer famosa de un barrio de Barcelona.
Para su segundo largometraje ha vuelto a elegir de nuevo, esta vez a través de la primera novela de Francisco Casavellas, un barrio de Barcelona, el barrio chino, en los años 80, cuando poco antes había empezado a circular la droga por sus arterias callejeras y las bandas de inmigrantes marroquíes y gitanos se disputaban la posesión del mismo.
En esos momentos tres ex-legionarios, comandados por Gandhi, dominaban la situación y se hacía lo que ellos querían.
En ese ambiente el Nen sueña con triunfar con sus amigos cantando rumbas.
Cuando éste descubre los motivos que llevaron a su padre, el Guacho, a desaparecer y la relación de su madre, La Chata, con Gandhi, habrá de decidir entre su sed de venganza y su ansia de triunfo.
La aparición de la Susi, una chica nueva en el barrio, pondrá un punto de pasión.
La propia Mireia Ros se ha encargado de llevar a cabo el guion que marcha a caballo entre las costumbres locales de un barrio convulsivo donde las pasiones, los celos y los juramentos están a flor de piel, donde prevalece el honor, la virginidad, la venganza, la ley del ojo por ojo y diente por diente del apasionado pueblo gitano y el cine de gángsteres con ciertas influencias de 'El padrino' (1972).
En ese sentido se muestra la serena y enorme actuación de Juan Diego en plena madurez, premiado en el Festival de Málaga, como igualmente Ángela Molina cuando se tiene que mostrar como una madre llena de furia defendiendo a su hijo en momentos dramáticos de gran tensión entre ambos.
Los jóvenes protagonistas se defienden en sus papeles a pesar de su inexperiencia, mientras Mireia Ros logra momentos muy conseguidos y otros que se les escapan de la mano.
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